Envejecimiento: Viviendas y ciudades

Usuarios de una residencia para la tercera edad

El problema del envejecimiento en las sociedades avanzadas, tanto en Europa como en el resto del mundo, se está convirtiendo en un asunto prioritario al que convendría prestarle una mayor atención colectiva. En España, dentro de treinta años el 37% de la población tendrá más de 65 años según estimaciones demográficas realizadas. Esto supone un reto colosal para dotar de servicios adecuados a todo este volumen de personas que van a requerir un cuidado creciente en su desenvolvimiento cotidiano.



Evolución de la pirámide de población de España hasta el año 2050. Fuente: Revista Capital

En los últimos tiempos surgen por doquier ofertas de espacios especializados para los colectivos de personas ya retiradas. Son urbanizaciones y edificios destinados a la llamada Tercera Edad. Es decir orientados a aquellos que afrontan ese momento de la retirada del trabajo que habitualmente se había desempeñado a lo largo de su vida laboral habitual.

Hasta ahora la respuesta convencional a las necesidades específicas de este colectivo ha sido su ingreso en centros residenciales en los que se oferta una atención especializada que pretende ser de tipo asistencial. Es una solución que no suele tener en cuenta la voluntad y los deseos de las propias personas afectadas que, generalmente, prefieren permanecer en sus entornos familiares el mayor tiempo posible.

Estos equipamientos asistenciales convencionales tienen en la práctica el inconveniente de una organización pautada. En ellas, los usuarios se deben adaptar a un régimen que implica una cierta disciplina de funcionamiento, relacionada con la limpieza, la distribución de las comidas y los servicios asociados. Así como la obligatoriedad de convivencia junto a un colectivo de personas con los cuales nunca han tenido una relación personal, y mucho menos afectiva. Surgen así con facilidad, enormes y graves problemas de relación que, en algunos casos, acaban convirtiendo en un penoso calvario en su estancia en esos lugares. 

Frente a las tradicionales residencias orientadas a las personas mayores de 70 años, más recientemente, se están promocionando grupos de viviendas y urbanizaciones que tratan de conservar una cierta independencia personal a sus usuarios. Con el añadido de poder disfrutar de algunos servicios complementarios, adecuados a las necesidades específicas de ese colectivo humano en crecimiento. Es una alternativa que supone el añadido positivo de la peculiaridad de la vivienda independiente y, con ello, la garantía de una cierta intimidad.

Sin embargo, las personas que envejecen pretenden permanecer en sus entornos habituales todo el tiempo que sea posible. Es decir, en aquellos en los que ha transcurrido gran parte de su vida adulta. Es más, si fuera posible, les gustaría pasar la totalidad de esos años y sus últimos días en su casa de siempre y en el barrio en el que ha transcurrido la mayor parte de su vida adulta.

Pero este deseo hay que contrastarlo con los problemas que acaban surgiendo y que tienden a agravarse en el transcurso del proceso de envejecimiento. Estudios realizados indican aproximadamente que un tercio de la población con edad superior a 65 años tiene dificultades importantes para caminar. En Estados Unidos, un 18% de la población tenía además alguna dolencia crónica que le impedía llevar una vida normal. Son problemas que afectan, sobre todo a las facultades motoras, pero también a la visión que tiende a disminuir con los años. Y también, en una parte considerable, con la demencia y la senilidad creciente que impide ser responsable para realizar tareas sencillas.

Es una situación complicada teniendo en cuenta la escasa adaptación de las viviendas familiares habituales a las necesidades y problemas de los que empiezan a tener una edad avanzada. Es un problema que tiene que ver con la disposición de los espacios y su equipamiento. Tanto en lo que se refiere a las  medidas de los espacios y las superficies disponibles, como a los elementos y servicios imprescindibles que deben complementarlos. La adaptación de la residencia habitual es posible en algunos casos, pero en la mayor parte de la estructura urbana residencial que se ha acumulado el último siglo en las ciudades es bastante complicado por no decir imposible.

Espacio de cocina adaptado para el acceso con silla de ruedas

Por ello, hay que considerar la producción masiva de un nuevo tipo de vivienda adaptada específicamente a las necesidades de ese colectivo que superará pronto a un tercio de la población en los distintos países.

Uno de las principales características del envejecimiento es la creciente dificultad para el desplazamiento y el manejo de aparatos y elementos sencillos como interruptores, cocinas, baños etc. Relacionado con lo anterior, una de las amenazas recurrentes para los mayores es el tropiezo y la caída. Un riesgo que primero es una preocupación y que acaba convirtiéndose en una obsesión constante para los usuarios de las viviendas convencionales. Tanto en su acceso hacia y desde el exterior como, también en el interior de los edificios y las propias viviendas. En la percepción de los ancianos, las escaleras pasan a ser obstáculos insalvables y los baños se transforman en ratoneras en las que puede producirse un accidente en cualquier momento. Así, el miedo acaba convirtiéndose en una constante para un grupo humano que tiende a desarrollar esa etapa de la vida en soledad, debido a la desaparición natural de parejas y del alejamiento de aquellas otras personas próximas.

En una etapa más avanzada de ese proceso de envejecimiento, va apareciendo la necesidad de contar con apoyos de todo tipo para mejorar las condiciones de la propia vida. Ello debería tener una especial incidencia en la habitabilidad de los espacios residenciales y de las propias ciudades que necesitan adaptarse a unas condiciones que acabarán siendo beneficiosas para la totalidad de los usuarios. Son cuestiones muy a tener en cuenta en el diseño arquitectónico y urbano que añaden comodidad en el uso de los espacios privados y públicos. Para la propia persona es el momento de la aparición de los bastones, agarraderas, raíles de apoyo, andadores; y, finalmente, la silla de ruedas. Elementos de apoyo que suponen unos requerimientos dimensionales y de disposición específicos que normalmente no son tenidos en cuenta en el diseño arquitectónico.

Hay otros elementos simples que facilitan la permanencia en la vivienda habitual. Es el caso de la mejora en la iluminación general de los lugares de estancia habitual, tales como dormitorios y salas. También la sustitución de los pavimentos brillantes por otros más rugosos y/o antideslizantes; de tal manera que faciliten los desplazamientos y atenúen los riesgos derivados de los resbalones. En este sentido, los baños deben redefinirse en su totalidad, eliminando desniveles y estableciendo las dimensiones suficientes para lograr el acceso en silla de ruedas y las transferencias personales hacia los aparatos con comodidad.

Un pequeño desnivel salvado por varios peldaños acaba convirtiéndose en una barrera infranqueable, que va reduciendo poco a poco el espacio vital de las personas implicadas en el final de sus vidas. Hasta llegar a considerar las camas individuales como el único espacio seguro.

Dormitorio con cama reclinable que facilita la atención al usuario que no tiene movilidad

Así se entra en una tercera etapa del proceso de envejecimiento que se caracteriza por la total dependencia de la persona de su entorno asistencial y afectivo. Los elementos adecuados pasan a ser una prioridad para facilitar la vida a las personas afectadas. Las sillas de ruedas y sus requerimientos así como las camas de tipo hospitalario concluyen siendo una necesidad real, para las que es preciso contar con superficies anexas y huecos de paso suficiente en los espacios residenciales.

Con los años, todos los que envejecen van a ir necesitando de un mayor apoyo. Ello significa la oferta de servicios continuados para facilitar tareas que fueron sencillas en el pasado. Labores tales como el aseo cotidiano, la elaboración de comidas y el mantenimiento personal. son actividades para las que será necesario contar con estrategias apropiadas. tanto al objeto de diseñar espacios y servicios adecuados, en las viviendas como la oferta empresarial de soporte especializado. Desde un punto de vista del usuario, lo ideal sería que todo ello pudiera ofertarse desde la proximidad a los lugares en los que se reside.

Un elemento asistencial de apoyo fundamental es la colaboración en las tareas domésticas. En este caso, es preciso contar con personal que ofrezca ayuda para tareas habituales como la limpieza de los espacios y utensilios, el aseo personal, así como el mantenimiento general de las viviendas. Otra cuestión importante es la necesidad de un acceso a servicios de consulta médica en la propia casa. La aparición de patologías crónicas relacionadas con la edad -como la diabetes, la hipertensión, etc.- hacen que se requiera de una monitorización constante.

Espacio de gimnasio adaptado a la rehabilitación de personas dependientes. Centro Rehab Basel de Herzog&DeMeuron, 2001. Foto: M. Spilutini

La asistencia médica domiciliaria, que era habitual hasta hace pocos años, ha ido siendo sustituida progresivamente por los consultorios alejados de los lugares de residencia. Por ello, sería recomendable la extensión de los centros de día con tamaño apropiado a las necesidades de los distintos barrios que componen las ciudades y, sobre todo, las periferias urbanas en las que es necesario el desplazamiento mediante vehículos adaptados, ambulancias, etc. En esta cuestión, si el ideal es que las personas mayores permanezcan en sus casas, la proximidad de los servicios de apoyo orientados hacia ellas es un valor esencial.

Algo similar se refiere a las estrategias necesarias para garantizar la movilidad personal el mayor tiempo posible. Es, por ello, necesario prever espacios para poder desarrollar acciones de fisioterapia y rehabilitación específica. Son las estancias especificas para la gimnasia especializada, tanto en los propios edificios como en los centros asistenciales de apoyo de proximidad.

También es conveniente considerar las posibles mejoras orientadas de las condiciones de relación y socialización colectiva. Desde esta perspectiva, habría que proceder a la reconsideración global del espacio público para el colectivo envejecido. Y en ello, elementos habituales, tales como bancos, aceras y cruces de calles deben replantearse progresiva y constantemente mediante su estudio y corrección. Son espacios de los que debe procurarse su ampliación y la eliminación de obstáculos innecesarios que colonizan lo que es colectivo. Especialmente en calles, plazas y parques.

El difícil acceso de los mayores al transporte público

Finalmente, la fácil y adecuada accesibilidad al transporte público es una condición muy importante para un colectivo que ha abandonado sus vehículos privados por razones obvias. Hoy por hoy, los vehículos destinados al transporte, las paradas para el intercambio y los recorridos de acceso suelen carecer, por lo general, de condiciones lo suficientemente adecuada para dar un buen servicio al colectivo de personas mayores.

Todo lo expuesto, nos debería hacer reflexionar con el objetivo de destinar mayores esfuerzos y recursos para mejorar las condiciones de vida de un colectivo que va a convertirse en el más numeroso en los próximos años.

Más información:

Aging in place. Wikipedia
Japan: Ahead of the U.S. for “Aging in Place”. Empowering the mature mind. Aaron D. Murphy, 03/03/2015
Ciudades para la tercera edad. El Pais 04/01/2015

 

 

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