ARQUITECTURAS PERSONALES Y LUGAR

Sala del Consejo de la empresa municipal de Aguas de La Laguna. Federico García Barba y María Nieves Febles arquitectos. 1997
Los planteamientos del movimiento bautizado como regionalismo crítico, y voceado por Kenneth Framptom a finales de los años 70 del pasado siglo, tuvieron un gran impacto en mi manera de concebir una arquitectura posible en un ambiente determinado como el que existía en el archipiélago canario por esos años. Una sociedad embarcada en la construcción de una identidad específica en la que, por fin parecía florecer el esfuerzo y el pensamiento de tantos y tantos intelectuales que nos habían precedido en estas islas en que vivo.

Como ya he intentado explicar en un texto anterior, es muy difícil realizar un trabajo artístico e intelectual realmente novedoso sin entender el contexto cultural y sin analizar las raíces que han originado una forma peculiar de entender el lugar específico y el concreto espíritu del tiempo, acudir a los recurrentes genius loci.

<---De todas estas reflexiones surgiría una ambición imperiosa para hacer un prototipo de arquitectura que integrase aquel conjunto de pensamientos. Recuerdo que en aquellos tiempos de 1980, quería a toda costa construir una obra de arquitectura para mí. Sin dinero, ni apoyo, ni siquiera solar concreto, me embarqué a preparar el proyecto de mi casa familiar, aquella en la que he vivido más de treinta años ya.

Casa en Los Laureles. Tacoronte, 1986.

Esa casa se basaría en la interpretación del sitio, un enclave rural conocido como Tacoronte. Un topónimo aborigen que hace referencia a un lugar entre montañas. Esa interpretación incluyó el análisis de los precedentes construidos y el empleo de los materiales tradicionales junto a referencias a la cultura arquitectónica contemporánea. Una estrategia proyectual a la que he recurrido reiteradamente a lo largo de los años, como veremos a continuación.
En confrontación a una visión reductiva de la arquitectura popular impuesta en el imaginario canario, al afrontar ese proyecto de vivienda me planteé iniciar una pequeña reflexión sobre determinados prototipos tipológicos que son muy característicos en las casas campesinas del Norte de Tenerife. La idea era evaluar las posibilidades de hacer un proyecto contemporáneo recuperando determinadas concepciones espaciales destiladas por la cultura tradicional inherente al sitio.
Uno de los sistemas tradicionales más característicos de organización espacial de las viviendas que observé allí, consistía repetidamente en la construcción de un pequeño prisma rectangular, bajo cubierta de tejas a cuatro aguas. En edificios más complejos, se repetía esa pauta volumétrica inicial, añadiendo nuevos módulos similares en paralelo. Una práctica ventajosa que atendía a la aparición creciente de nuevas necesidades de la unidad familiar rural.
Con esa idea organizativa en mente, la propuesta realizada consistió en la definición del edificio como dos cajones rectangulares casi independientes, apoyados en una plataforma horizontal construida sobre muros de mampostería basáltica. Con ello pude conseguir adaptar la futura vivienda a la capacidad económica de sus propietarios; es decir, mi propia familia. Esa simplicidad volumétrica proyectada permitió su construcción en dos fases separadas temporalmente, que abarcaron un período de casi cinco años.

Espacio interior principal de la casa. Tacoronte, 1986.

Unas preexistencias observadas sirvieron de base, en aquel caso, para la determinación de un proyecto que buscaba no abstraerse completamente de su entorno. Esta pequeña reflexión sobre las características espaciales y constructivas de la arquitectura popular canaria y el empleo de patrones y recursos necesariamente modernos me permitió realizar una obra que presentaría matices diferenciales solo asimilables a aquel lugar.
Años más tarde, a comienzos de la década de los noventa, tuve la oportunidad de ampliar esta estrategia de confrontación con las ideas de organización popular del espacio. Fue con motivo del encargo de dos pequeños centros culturales en diferentes caseríos tradicionales lo que me obligó a volver a considerar la inserción de nueva arquitectura en el espacio rural. Uno de ellos se situó en el húmedo y escarpado valle de Taganana, en el que la acumulación paulatina de edificaciones, el abancalamiento agrícola y los sistemas de accesibilidad y riego han dado origen a un lugar de una indudable belleza, conformado por una estructura paisajística muy peculiar. La aportación de muchas generaciones de colonizadores agrícolas a la forma de aquel territorio ha supuesto un aprovechamiento humano que posiblemente interacciona muy adecuadamente con las difíciles condiciones geográficas.

El nuevo centro cultural en el entorno paisajístico del valle de Taganana. 1992.

La formalización del nuevo edificio se basó en la reutilización heterodoxa de las técnicas constructivas empleadas en los aterrazamientos agrícolas tradicionales. Después de una meticulosa valoración de la topografía del terreno, la traza de la planta se fue adaptando a las complicadas condiciones geométricas del solar. El abancalamiento mediante muros de mampostería de piedra basáltica evitaba tanto fuertes desmontes, como la aparición de los acentuados volúmenes que el programa demandado exigía.
El planteamiento del proyecto es deudor de la forma en que se dispone su sección, un condicionante que así deviene en el criterio básico del diseño. El control del ajuste vertical del edificio a la forma de la parcela supuso probablemente una garantía para la correcta inserción de la obra en un sitio tan abrupto como éste.
Una alternativa formal diferente es la que se orquestó para el pequeño centro cultural de Teguedite, un pequeño conjunto de viviendas situado en un entorno muy diferente. El emplazamiento se identificaba básicamente por un entorno de huertas destinadas a la agricultura de temporada. El sistema de cultivo empleado en la zona se caracteriza por la técnica del enarenado que consiste en la cubrición del terreno con jable o árido triturado de puzolana. Las pequeñas viviendas rurales, situadas en el entorno próximo, se caracterizan por unas formas de gran sencillez, pequeños cubos y prismas revestidos a la cal que brillan sobre la geografía bajo la potente luz del sol.
El elemento esencial con el que se ha construido tradicionalmente este territorio ha consisitido en una piedra puzolánica amarilla que dota a todo el paisaje de su característica unidad cromática. Color que tiñe tanto a los bancales de cultivo como a las pequeñas casas se han construido en cantería de este material hasta fechas muy recientes.
Todos estos elementos de carácter heterogéneo que señalo, funcionales, climáticos, constructivos, etc. intervinieron en la definición de cada uno de estos proyectos, siempre con el objetivo de lograr una inserción específica de los edificios en el paisaje de sus lugares. Con esa reelaboración de componentes locales hacia una versión un poco más culta de la arquitectura popular, intentaría una diferenciación y el refuerzo, por tanto, el carácter didáctico de la arquitectura pública. Se apostaba con ello por la conservación de la diversidad cultural frente a ciertos extrañamientos y uniformismos irreflexivos.

Fachada de la nueva sede de la empresa municipal de Aguas de La Laguna. 1997. Federico García Barba y María Nieves Febles, arquitectos.

Un caso diferente de inserción de nueva arquitectura en entornos tradicionales se produjo cuando afrontamos la ampliación de un edificio antiguo localizado en el casco histórico de La Laguna. Se trataba de la reutilización de una antigua casona señorial como sede de la empresa municipal de aguas de la ciudad. La naturaleza del encargo quedó condicionada, además, por la necesidad de conjugar la reestructuración de un edificio residencial para usos administrativos, con las estrictas condiciones de protección establecidas por el planeamiento vigente.
Antes de iniciar el proyecto se hizo un análisis tipológico de los edificios tradicionales presentes en ese ámbito urbano, declarado posteriormente Patrimonio de la Humanidad. Se llegaron a identificar unas pautas características en la forma de producción de la edificación, aquellas que definían una manera original de hacer la residencia, relacionadas específicamente con el carácter vernáculo de ese casco histórico. En paralelo, se realizó un estudio exhaustivo de la historia constructiva específica del edificio en el que intervendríamos. A raíz de ello se detectó, el fuerte efecto negativo que supuso una ampliación efectuada a finales del siglo XIX en clave historicista que cambió la disposición de la primitiva escalera e introdujo una crujía interior muy estrecha paralela a los muros estructurales de piedra del edificio previo.

Sede de la empresa Teidagua. La Laguna, 1997.Axonometría explicativa de la intervención.

En consecuencia, el proyecto de intervención se planteó desde el respeto a aquellas pautas tipológicas tradicionales, características de La Laguna y de raíz netamente mudéjares. La reforma del edificio que se propuso trataba de rematar el crecimiento hasta entonces realizado en la edificación, siguiendo los procesos formales y volumétricos tradicionales detectados allí. Era fundamental, en este sentido, el mantenimiento de un patio trasero y la conservación de los árboles de porte presentes.
La parcela contaba con dos fachadas paralelas entre sí y la intervención se planteó rehabilitando los volúmenes existentes, la conservación de un vació interior y el añadido de un nuevo volumen que definiera una nueva fachada posterior y permitiera un acceso más desahogado para los usuarios de las oficinas. El nuevo edificio se caracterizaría por una geometría irregular en respuesta a la forma de la parcela y que, en planta baja, se abriría espacialmente al patio interior, en el que se procedió a mejorar su ajardinamiento irregular. Ello garantizaba a los futuros usuarios el disfrute del espectáculo cambiante de las estaciones y la incidencia directa de la luz.
La rehabilitación de la parte más antigua se planteó a partir de la idea de corregir los desafueros realizados en la ampliación del XIX, restaurando a la manera tradicional la nave más próxima a la fachada, introduciendo una tercera planta en su parte trasera y devolviendo la escalera a su posición primitiva. En este caso, se trabajaron las nuevas cubiertas para dotar a la estrecha crujía central de una luminosidad y una singularidad espacial de la que carecía.

Interior de la sala de atención a clientes de la empresa Teidagua. La Laguna, 1997. Federico García Barba y María Nieves Febles, arquitectos.

En el año 2000, ganamos el concurso para la realización de un pequeño museo en otro de los pueblos que puntúan el norte de Tenerife, conocido como el Sauzal. Aquí volvería a usar por última vez y hasta la fecha esa forma de proyectar en el respeto a lo local que me ha acompañado a lo largo de los años.
En este caso, se trataba de acondicionar la casa natal de Sor María de Jesús, conocida como la Sierva de Dios, personaje del siglo XVII en proceso de beatificación, profundamente venerada por los tinerfeños y cuyo cuerpo incorrupto se encuentra depositado en el Convento de Santa Catalina de Siena de la ciudad de La Laguna.

Acceso a la primitiva casa de Sor María de Jésus. El Sauzal, 2003. Restauración de GBGV Arquitectos.

El encargo presuponía la habilitación de espacios expositivos que permitieran la presentación a los visitantes de los rasgos más sobresalientes de la vida y obra de la llamada Sierva de Dios. Al mismo tiempo, se tenía que organizar la visita a la casa natal lo que suponía la restauración del edificio original para albergar mobiliario y enseres que reflejaran también el característico modo en que se desenvolvería la vida rural de Tenerife en los siglos pasados.
El proyecto respondió a estos dos requerimientos básicos dividiendo la intervención en dos actuaciones diferenciadas. La primera parte trataba de resolver las necesidades informativas mediante la construcción de un nuevo pabellón que contendría toda la documentación sobre la vida y obra de Sor María de Jesús. La segunda se plantearía como una restauración a partir de la reconstrucción estricta de los espacios que originalmente constituirían aquel pequeño entorno doméstico.

Interior del pabellón expositivo de la Casa Museo de la Sierva de Dios. El Sauzal. GBGV Arquitectos, 2003.

Reflexionado sobre mi posible evolución como arquitecto, destacaría algunos tics ya consolidados en la rehabilitación de la arquitectura vernácula. Es el caso del respeto radical a unas formas y maneras populares que podrían considerarse muy humildes, un trato escrupuloso al intentar la recuperación de la esencia de aquellos simples espacios y siempre la utilización de los pobres y austeros elementos constructivos tradicionales. Como materiales estilísticos con los que escribir los diálogos de la nueva arquitectura, añadiría el análisis de las condiciones del sitio para extraer sus mejores posibilidades, la investigación sobre nuevas combinaciones espaciales y el recurso a los materiales del lugar, las piedras locales, la madera, las técnicas tradicionales usadas de una manera heterodoxa, etc. —>

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