El monumento natural del Teide

Amanecer sobre el pico Teide. Daniel López

 
El pasado 27 de junio la UNESCO decidía otorgar el título de Patrimonio Natural de la Humanidad al volcán del Teide. Las razones para esta declaración han estado fundamentadas en el alto interés científico que este paraje ha despertado en el imaginario europeo a lo largo de los siglos.
 
A nivel territorial, el Teide es un espacio que cuenta con importantes salvaguardas para su conservación, entre las que habría que destacar su calificación por ley como Espacio Natural Protegido de la comunidad autónoma de Canarias y, principalmente, su consideración como Parque Nacional con su patronato de gestión y su Plan específico de uso y gestión. Actualmente, visitan el Parque Nacional del Teide más de cuatro millones de turistas al año lo que lo ha convertido en un referente y un atractivo de esta parte del Atlántico a escala mundial.
La verdadera protección de este elemento natural se remonta a la década de los 50 del siglo XX que es cuando se gesta el proceso de conversión de este entorno en Parque Nacional. La aprobación en 1987 de la ley canaria de Espacios Naturales consagró definitivamente la instauración de mecanismos que garantizan la conservación de este paisaje singular junto con todos los elementos geológicos, botánicos y faunísticos que lo integran.
La reciente declaración del Teide como Patrimonio Natural de la Humanidad en la ciudad neozelandesa de Christ Church redundaría en la valoración ambiental del hito geográfico y tiene en sí misma unas componentes esencialmente simbólicas. De hecho, el Teide es una parte esencial de la marca turística de Tenerife a la cual se le añade más valor.
Esta estrategia, al margen de los efectos chovinistas sobre los tinerfeños, va a contribuir a mejorar indirectamente la economía turística. Al mismo tiempo, ha generado una alta rentabilidad política con una aportación intelectual relativamente sencilla. Tanto fervor político en conseguir la declaración de lugares Patrimonio de la Humanidad, ya se cuenta con dos junto a el casco histórico de La Laguna, estaría indicando la necesidad de iniciar una campaña para que Tenerife pasase a figurar en el libro One thousand places to see before you die (Mil lugares que ve antes de morir), una de los principales éxito editoriales de la librería en línea Amazon en Estados Unidos.
El esfuerzo realizado tiene como efecto negativo el aumento del atractivo sobre un espacio enormemente saturado en su uso y que va a apoyar la visita de un mayor número de personas en el futuro. A los efectos de la isla de Tenerife va siendo hora de valorar si lo realmente importante es lograr un incremento anual en el número de personas que acceden a esta isla o si, por el contrario, como señalan muchas voces, la tarea es conseguir una mayor rentabilidad del considerable flujo de viajeros ya existente.
La diferencia con la misma táctica llevada a cabo para La Laguna, ciudad histórica de la isla que ya fue declarada también como Patrimonio de la Humanidad, es palmaria. El otorgamiento de esta distinción significó, en su momento, la incorporación del casco histórico al negocio turístico y ha contribuido notablemente a la ampliación de los recursos turísticos con que cuenta la isla de Tenerife. Por otra parte, ello estableció la exigencia de llevar a cabo definitivamente la protección de este recinto histórico fundamental para la historia y el patrimonio territorial de Canarias.
La tortuosa planificación patrimonial del casco histórico de La Laguna, con la reiterada redacción de diversos documentos de planeamiento, planes especiales, catálogos, etc., prolongada a lo largo de más de dos décadas, no se habría podido culminar si no se hubiera producido esta declaración que supuso un impulso definitivo.
No obstante, hay tareas que deben abordarse para mejorar la gestión de este espacio natural y que sean superadoras de situaciones que nos son comprensibles. El Parque Nacional del Teide es el de mayor éxito del contexto español y, por ello, con esta declaración puede morir de éxito. De una vez, se debería valorar la cuestión del control de accesos para limitar el impacto que el elevado número de visitantes actuales supone. En otros lugares se define una capacidad máxima que permita el encauzamiento de estos flujos de personas y la real protección de los valores naturales que han dado origen a su atractivo.
La eliminación definitiva de elementos exógenos, como el caso de los muflones, animales introducidos por razones de caza deportiva y altamente depredadores de las especies originales y exclusivas del lugar, es otra cuestión que se debería abordar definitivamente por encima de los interese de grupos minoritarios como el de los cazadores. Es, por tanto, el momento de la reconsideración del actual Plan de Uso y Gestión, tarea que debería de iniciarse pronto dados los años transcurridos de la aprobación del vigente.
Por otra parte, esta consideración del Teide como Patrimonio de la Humanidad puede representar una oportunidad para reconsiderar la estrategia de marca de la isla de Tenerife.
Años atrás, el logo que identifica a este territorio fue sustituido por un símbolo que no es representativo del carácter de nuestra comunidad. En mi opinión, la marca actual de Tenerife presenta un alto nivel de confusión que no contribuye para nada a mejorar la imagen de la isla., Como señala Wally Ollins en su libro sobre las marcas y responsable de la imagen olímpica de Londres 2012, el branding de las regiones es un elemento económico de primer orden al que no se le suele prestar una atención adecuada desde los estamentos políticos y administrativos:
Dice este autor que el riesgo para los países que dependen mucho del turismo tradicional es que el sol y la arena están en peligro de convertirse en simples mercancías genéricas, commodities, empujadas por una feroz competencia de precios para atraer cada vez a más gente que cada vez gasta menos. En consecuencia, un país puede terminar captando a más turistas de los que puede absorber, turistas además con un gasto per cápita cada vez mas reducido. La alternativa es jugar al alza, diferenciarse como las marcas de consumo, destacar el arte, la cultura, la historia, la comida, la arquitectura, el paisaje y otras características exclusivas por medio de imágenes refinadas. Así el país atraerá cada vez menos turistas que cada vez gastarán más dinero.
El Teide ha pasado a ser el referente esencial que identifica a la isla de Tenerife y, por ello, debería de pasar a incorporarse a la imagen de marca insular. De alguna manera un elemento que ya está en el imaginario popular internacional debe de formar parte del branding insular. Es cuestión de que nuevos publicitarios y sus diseñadores asociados se replanteen este problema para recuperar una mejor representación que la que actualmente se promociona.
Ejemplos de buenas ideas sobre promoción de los territorios abundan por doquier. En el caso del archipiélago podría citarse el caso de la isla de Lanzarote y su logo inspirado por César Manrique que refleja eficientemente el carácter de ese territorio. Un ejemplo local mejor valorado que la marca actualmente vigente es el que se llevó a cabo con la campaña Tenerife amable, que sintonizaba mucho mejor con el carácter de la idiosincrasia local.
Si bien es conveniente felicitarse de la oportunidad de estos acontecimientos, es interesante aprovechar el momento para mejorar algunas cuestiones que se relacionan con los mismos y esperemos que como colectivo que habita este pequeño territorio seamos capaces de producir esas ligeras reformas que incrementan la sostenibilidad, nuestra capacidad de permanencia en el futuro.

1 comment to El monumento natural del Teide

  • Patricia González

    Federico, tienes razón en lo de la marca de Tenerife, es bastante poco afortunada. La x suena a incognita, a que no se sabe lo que te puedes encontrar en la isla. Ni es una marca atrayente ni representa ningún aspecto de Tenerife.
    En cuanto al turismo también estoy de acuerdo en que hay que apostar por un turismo de calidad: “poco, pero bueno”, que sea rentable económicamente, pero que no suponga un deterioro ambiental y un consumo excesivo de recursos.

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