LA DICTADURA DE LA INCOMPETENCIA

Xavier Roig

Gestión 2000. Barcelona, 2010

Acabo de leer este libro que presenta un desolador panorama sobre la situación de nuestro país. Publicado por primera vez en 2008, ahonda en las razones de la crisis actual, aportando numerosas anécdotas sobre este asunto a través del proceso vivido al respecto en Cataluña estas últimas décadas.

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Visto a día de hoy asombra la clarividencia de su autor sobre las causas profundas de que nos hallemos sumidos en un pozo económico muy oscuro. Y es que las consecuencias de la crisis económica internacional son especialmente graves aquí, debido a la actitud con que solemos afrontar estos problemas colectivamente.

El libro comienza con la presentación de una frase del ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani que dice:

El primero de los Derechos Humanos debe ser la libertad de no tener miedo

Y es que realmente para progresar no se debería temer a aquella libertad de expresión que nos permita argumentar y poder con ello cooperar para avanzar. Libertad para opinar, a pesar de que algunas personas se puedan sentir agredidas por las críticas y razonamientos que se vierten. Y es que me parece que el autor sufre esa actitud generalizada aquí que condena al ostracismo al que disiente.
Xavier Roig –que se define como un liberal firmemente admirador de la práctica organizativa de las sociedades anglosajonas- comienza su libro haciendo una reflexión sobre el significado de lo público. Explica una evidencia, esa concepción ideológica sumamente arraigada entre la sociedad española consistente en que todo aquello que desarrolla el sector público es esencialmente bueno para el conjunto de los ciudadanos. Pues bien, tal y como lo presenta, esa forma de pensar sería una de las causas fundamentales de la presente crisis económica que nos atenaza.
Para Roig la dicotomía entre lo público y lo privado que algunos propugnan, en la que las tareas que se realizan desde la esfera pública son esencialmente positivas para el desarrollo colectivo y que lo que ejecutan los privados suele estar imbuido por intereses oscuros y malévolos, es esencialmente falsa. Y es consecuencia de un planteamiento argumental destinado a favorecer los intereses de una clase concreta, la de aquellas personas que se hayan ya incrustadas dentro de las administraciones públicas.
Sin embargo, el verdadero problema estriba en la incapacidad nacional para valorar si lo que se ejecuta se hace de una manera realmente eficiente o, por el contrario, la forma de organización es mejorable. Se considera sistemáticamente que aquello que se realiza desde las administraciones públicas suele ser bueno porque representa per se la solución social de las necesidades, sin tasar o medir la consecución o no del objetivo perseguido.
Según el autor la situación insostenible a la que hemos llegado se fundamenta en el desembarco masivo durante varias décadas en el sector público de un falso progresismo de derechas y de izquierdas, representado por aquellos excomunistas y sindicalistas que protagonizaron las revueltas universitarias contra el régimen anterior, allá por los años 70. La visión colectivista de la organización social ha acabado así imponiéndose de una manera sutil y progresivamente dominante.
El ejemplo extremo de esta situación es la colonización asfixiante de la política española por una visión administrativista y burocrática. Ejemplifica ese hecho una comparación de nuestro parlamento nacional con los que existen en nuestro entorno. Mientras el Congreso de los Diputados español tiene más de un 70% de miembros provenientes del sector público, la composición de esos órganos es claramente divergente en otros países de nuestro entorno. En Francia solo el 50% de sus componentes son funcionarios y en la House of Commons británica esta proporción disminuye al 45%.
Ahí, en la esfera política, los representantes de la función pública -que no de los ciudadanos- defienden claramente sus objetivos corporativos y los privilegios adquiridos por encima de cualquier otra consideración. Y todo ello, claramente por encima de los intereses de los que los han votado.
Marcianos. Imagen: Le Toy
Según Roig, han querido convencernos de que las políticas sociales implican más control público…la burocracia que ha surgido de este planteamiento y que pretende pasar por “social”, no es ni mucho menos bienintencionada. Para él, la obligación de crear una sociedad más justa la tenemos todos y los aparatos públicos solo deberían ejercer como administradores de los recursos, no como ejecutores omnímodos y exclusivos de las políticas.
Por ello la actuación colectiva en la provisión de productos y servicios debería enmarcarse siempre en la consecución de la mayor eficacia. Y a este respecto, los departamentos administrativos son espacios reacios a la evaluación de resultados y al establecimiento de objetivos realmente medibles y fiscalizables. Es preciso analizar y medir los resultados para detectar comparativamente donde se realizan las tareas con mayor calidad, menor coste y menor tiempo. Frente a la necesidad anterior, los espacios de opacidad son sumamente característicos de la burocracia, sin que los ciudadanos podamos tener herramientas de juicio para poder discernir cuales son las necesidades reales ni el cumplimiento de los objetivos.
La introducción de conceptos como la mejora organizativa constante, el incremento de la productividad, el análisis para la mejora de procesos, la introducción de métodos productivos más eficientes, etc. junto a una formación continuada son estrategias bastante arraigadas dentro de la iniciativa privada. A los operadores empresariales y profesionales privados no les ha quedado más remedio que aceptar estos esfuerzos para poder sobrevivir en un entorno local e internacional crecientemente abierto y competitivo.
Por ello, muchas tareas que se realizan dentro de la propia administración, que se asignan también indefectiblemente a las empresas del sector público, deberían abrirse más a la posibilidad de que se hagan siempre desde la iniciativa privada. Sin embargo, el concepto de subsidiariedad, que se impone desde la Unión Europea es algo a lo que las castas burocráticas son extremadamente reacias. Cuando hablamos de subisidiariedad hay que entender que las tareas deben realizarlas efectivamente aquellos que tienen la mejor capacidad y efectividad, es decir las empresas y profesionales privados y en su defecto, el organismo más próximo a los ciudadanos. Por el contrario, la práctica de los que detentan poderes públicos es ir acaparando progresivamente cada vez más trabajo. Y ello a pesar de que el que tengan ya asignado se haga francamente mal. Pero así se tiene un argumento para reclamar constantemente una mayor provisión de recursos.
Lo cierto es que aquí el conjunto de la maquinaria estatal trabaja para proteger y defender sus intereses corporativos por encima de las declaraciones grandilocuentes. Los empleados del sector público se han buscado muchas áreas de influencia, tales como los parlamentos convirtiéndolos en instrumentos de protección de sus intereses. Algo así hacia la aristocracia en los regimenes monárquicos. Aquí se presenta una anécdota sobre Cuba que no por real deja de ser significativa: Fidel hace ver que nos paga y nosotros hacemos ver que trabajamos.
De acuerdo a lo expresado en el libro, el sistema de estado providencia ineficaz, propugnado en la mayoría de los países europeos meridionales, es un mal común en los despectivamente llamados PIGS (Portugal, Italy, Greece, Spain). Donde el poder efectivo lo detenta una burocracia cada vez más autoprotegida, y que por el contrario se necesita un nuevo escenario en el que los individuos asuman la responsabilidad de sus actos y, en consecuencia, entiendan que también tienen obligaciones colectivas. En el que no exista la creencia de que siempre tenemos derechos para cualquier cosa; que existen servicios para todo, que deben ser ofrecidos por un estado en crecimiento constante con la contrapartida de un control que recorta las libertades individuales y genera amplísimas ineficiencias.
Por ello deberemos batallar para imponer actitudes contrarias a estas tendencias. Frente a la opacidad, ausencia de evaluación y descontrol público, habría que propugnar la imposición de una mayor transparencia, la búsqueda de eficacia en el empleo de los recursos colectivos y la eliminación de trabas legales innecesarias.
Roig presenta algunos ejemplos extremos y graves de esta situación de creciente esclerotización de la sociedad española. Un proceso de empobrecimiento que nos hunde cada vez más frente a la competencia de aquellos que si han sabido adaptarse a un entorno crecientemente competitivo. Es el caso de la educación universitaria y el mundo de la cultura. El sistema educativo imperante constituye un monopolio de facto que, además, no funciona adecuadamente. Las universidades españolas padecen el mismo mal que se denuncia respecto al sector público, pero llevado al extremo. El profesorado se identifica con las actitudes funcionariales, parece que colectivamente buscan la unificación por abajo: todos deben ser igual de malos. El proceso de selección universitaria no se deriva del merito sino de la sumisión. Al no incentivarse la competencia no hay estímulos para mejorar, lo que tiene una grave repercusión para las posibilidades de supervivencia nacional.
Como consecuencia del desastre universitario, esta generación que viene va a ser la primera en la historia del país en la que existirán menos titulados que la anterior. Su conclusión sobre España es demoledora: el aparato público ha arañado tanto poder como ha podido, que controla la educación y que con la excusa de transformar esta sociedad mediterránea en una sociedad disciplinada como la del centro y norte de Europa, ha creado una sociedad pasiva, asustadiza, ciertamente perezosa y sin fuerza de voluntad ni ímpetu.
Tendremos que superar esta Dictadura de la incompetencia para poder sobrevivir. Pero en mi opinión no todo es tan negativo. Este polemista catalán sufre también de uno de los males que nos aquejan a muchos de los que vivimos en los rincones que conforman el estado español, la queja infinita. Lo que si es cierto es que la realidad internacional nos obliga a cambiar radicalmente las actitudes en el manejo y disposición de aquellos recursos públicos crecientemente despilfarrados hasta ahora por una ausencia de suficiente responsabilidad social.
Es absolutamente necesaria una autocrítica colectiva que contribuya a distribuir más eficientemente los bienes de todos, reduciendo incluso aquellos puestos de trabajo innecesarios para el buen funcionamiento del sector público. Se hacen muchas cosas que no tienen ya sentido. Y para ello es preciso analizar la funcionalidad y necesidad real de tantos programas y departamentos administrativos de los que, a veces, no se sabe ni cual es su misión.
Burocracia. Imagen: Fabricio Brito, Flickr

Margaret Thatcher, el mayor referente que la derecha internacional ha tenido en las últimas décadas, decía en su autobiografía política, Los años de Downing Street, que

La propiedad estatal elimina (o cuando menos reduce de un modo radical) la amenaza de quiebra que impone disciplina en las empresas de propiedad privada. Para las empresas públicas las inversiones no son más que una nueva petición al erario público; compiten por tanto con las escuelas o las carreteras por el mismo dinero. Como consecuencia las decisiones económicas se toman en función de criterios completamente diferentes de los que primarían en una empresa del sector privado.
¿Sorprendente, no? Pues me parece que va a tener razón, manteniendo el argumento toda su vigencia en una situación como la actual.—>

4 comments to LA DICTADURA DE LA INCOMPETENCIA

  • Como no puedo decir nada de ese libro, me fui al link de Nail House. Impresionante.
    Veo esas cosas y pienso: ¿Realmente vamos hacia algún lado?



    Besos, gracias por tu visita.

  • fina

    Hola¡¡
    Que bueno este blog, lo acabo de descobrir… estoy haciendo una addenda para un trabajo final de postgrado.
    Cuando tenga más tiempo navegaré.¡¡
    También he leido el libro de Xavier Roig, me parece bueno. Bastante aproximado a la realidad.
    El tripartito ha dejado pasar una oportunidad histórica.
    Hay que cambiar la cultura de la subvención, la ayuda,la incompetencia, la ignorancia, las familias (endogamias???) funcionariado clientelista de algunos partidos, y no el técnico con un sentido de servidor publico y profesional olvidado, educación.
    És una pena¡¡¡
    Da para mucho.. sigo en otro
    momento.

    “Aprender a convivir, respetando la diversidad de cada país, a trabajar en proyectos comunes y a gestionar los conflictos.
    Aprender a conocer, aprender a aprender, teniendo en cuenta los constantes cambios.
    Aprender a hacer, saber superar dificultades, trabajar en equipo, etc.
    Aprender a ser, capacidad de autonomía, de juicio y responsabilidad personal.”
    DELORS, J. (et.alt.). (1996). Educació: hi ha un tresor amagat a dins. (Informe para la UNESCO de
    la Comisión Internacional sobre Educación para el Siglo XXI). Barcelona. Ed. Mediterrània. P.18

  • Anonymous

    Que el estado español despilfarra? Es el estado de la europa de los 15 que menos dinero recauda proporcionalmente, el que menos gasto social por ciudaddano tiene y el que menos porcentaje de su PIB dedica a lo social. Un empresario de renta alta en españa paga el 30% de los impuestos que pagaría en suecia, que es un país de lo más boyante (y q no le debe nada al petróleo , porque no tiene)

  • Estoy de acuerdo en que España es el país de la Unión Europea en el que menos se recauda y en el que menos gasto social se realiza. Es más me parece escandaloso el apoyo político descarado a las grandes fortunas y al continuo enriquecimiento de unos pocos a costa de todos.
    La gran apuesta por aumentar la recaudación por la parte alta del IRPF que prometía el gobierno socialista, mucho me temo que va a quedar en un puro incremento cosmético del índice aplicable. Y si vemos lo que ocurre con las famosas SICAV es ya para declararse definitivamente objetor fiscal.
    No obstante, yo creo que también deberíamos empezar a exigir eficacia en la gestión del gasto público basado en lo que se recauda. Porque por ahí también podría haber fortísimos ahorros que servirían para tener una mayor calidad en los servicios públicos.
    Tanto los distintos departamentos administrativos como las empresas públicas son unos ámbitos en los que predomina la oscuridad en la aplicación de los recursos.
    ¿Es necesario el volumen de dinero que se destina a la gestión administrativa? ¿Se aplican correctamente las reservas para inversiones públicas?
    Nadie lo sabe cabalmente.
    El problema es que desde fuera parece que no se mide normalmente la eficiencia de las inversiones. Y sin indicadores que nos guíen la impresión generalizada es de despilfarro de los recursos públicos cuando no de corruptelas descaradas en muchos lugares. Nos hacen falta mecanismos comparativos y transparentes con los cuales los ciudadanos podamos calibrar la eficacia de las acciones públicas, tanto políticas como administrativas.
    Lo contrario es vivir a merced de impresiones falsarias manipuladas desde los medios de comunicación.

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