LOS CRESCENTS DE BATH

El Royal Crescent de Bath. John Wood the younger, arquitecto. 1774
Hace más de veinte años recorrí la ciudad de Bath en el Suroeste de Inglaterra, a lo largo de un solo día y en compañía de unos amigos. Siempre la he recordado como una de las ciudades más hermosas que he visitado. Este verano he pasado varios días allí disfrutando nuevamente de sus espacios y su bullicioso ambiente turístico.

Es que Bath ha sido durante largos períodos un lugar de visita muy frecuentado, desde que los romanos la fundaron alrededor de un manantial de calientes aguas minerales (las Aquae Sulis) 100 años antes del comienzo de nuestra era.

<--- Transcurridos 1.700 años, a finales del siglo XVII, era todavía una pequeña ciudad amurallada habitada por algo menos de 3.000 personas. Cien años después había experimentado un cambio radical, espoleado por el interés de la corte y la nobleza inglesa, deseosos de disfrutar las ventajas derivadas del uso de sus aguas medicinales. A partir de 1702, la reina Ana visitó la ciudad varias veces durante los veranos, iniciando una costumbre que con el tiempo convertiría al valle alrededor del río Avon en un recinto selecto. Pero lo que verdaderamente catalizó la transformación de Bath en un lugar de referencia social obligada se produjo con la actuación de un aventurero llamado Richard Beau Nash. Este personaje, un jugador profesional, logró implantar a comienzos del siglo XVIII unas normas de etiqueta muy estrictas y sofisticadas, lo que junto a la promoción de diversas y variadas actividades de entretenimiento, produjo un interés extraordinario y la popularización del sitio entre los ingleses como balneario y lugar de descanso. El éxito de la ciudad como espacio turístico queda ejemplificado por la existencia de más de 500 casas para el albergue temporal y una población residente superior a 30.000 habitantes ya en los principios del siglo XIX. En cien años, Bath se había transformado en el lugar de veraneo de referencia en Inglaterra, conocido como el valle del placer. —>

Planos de la ciudad en dos momentos sucesivos del siglo XVIII. Izquierda, Bath, 1696, por Gilmour. Derecha, Bath, 1817 por Meyler

—> <--- Lo curioso del asunto es que la belleza de sus espacios y la calidad de su arquitectura fueron el resultado del esfuerzo emprendedor y la voluntad especulativa de una serie de personajes singulares, entre los que destaca John Wood y su hijo del mismo nombre, ambos promotores y arquitectos. El hijo, John Wood the Younger, siguió la estela profesional de su antecesor, heredando las iniciativas y compromisos comenzados por su padre, acabando arruinado y arrastrando a su familia a la indigencia. Algo que suele ocurrir con demasiada frecuencia en estos casos de arquitectos metidos a especuladores.
Nacido allí en 1704, John Wood the Elder, regresó a su ciudad natal tras dos décadas en las que adquirió la capacidad profesional para ejercer la arquitectura, actuando también como agente inmobiliario en distintos lugares como Yorkshire y Londres. Su objetivo era transformar radicalmente Bath, aprovechando el reciente interés de la selecta sociedad londinense por el lugar y sacar en consecuencia un beneficio con ello.
En los primeros años del siglo XVIII, Bath iba a crecer hacia el Norte en una primera operación urbanística, cuya ordenación fue concebida por Wood ocupando unos prados adyacentes a la antigua muralla en lo que iba a ser la futura Queen Square. Para ello, concertó el arriendo de las superficies implicadas a un terrateniente local residente en Londres, Robert Gay, Lord del señorío de Walcot. Se acudía así a un sistema habitual para la promoción inmobiliaria en la Inglaterra de la época, el posteriormente llamado derecho de superficie, que tanto se ha admirado en la legislación comparada urbanística española hasta nuestros días y que tan poco se ha aplicado realmente.
La estrategia inmobiliaria de John Wood, basada en esa idea de disposición del derecho de superficie, consistía en el alquiler a bajo coste de la tierra a pequeños propietarios por largos períodos de tiempo y su subarriendo a otros promotores y constructores que posteriormente venderían el derecho a los futuros inquilinos de los edificios. En el caso de Bath, el acuerdo arrendatario para la urbanización de la Plaza de la reina Ana (Queen Square) se extendía a 99 años, transcurridos los cuales todos los edificios, jardines, calles, etc. retornarían al patrimonio del propietario original o, lógicamente, al de sus herederos. Todo ello a cambio de una pequeña renta anual que ascendía a 137 Libras según señala el estudio histórico del Bath Preservation Trust. A su vez John Wood, arrendatario en ese caso y como también arquitecto, estableció las líneas maestras de la operación definiendo una gran plaza cuadrangular circundada por una serie de edificios de carácter neopalladiano. La disposición urbana exterior de los edificios quedaba definida en el propio acuerdo de subarriendo (existen planos detallados de alzado, dibujados por el propio arquitecto e incorporados a las mismas escrituras de arrendamiento).
En el caso de la Queen Square y según se explica en The building of Bath, estos acuerdos secundarios conseguidos en la operación ya le suponía a Wood una renta superior al doble de lo pactado con el propietario original del suelo. En último término, el subarrendatario, promotor final o sus clientes, determinaban la organización de las plantas y las fachadas auxiliares de acuerdo a las necesidades concretas.

Maqueta de la Queen Square realizada en 1993 por Michael Bishop

Esta plaza, planteada como una operación inmobiliaria especulativa, se estableció básicamente con una preocupación por el orden y la estética del espacio urbano lo que produciría un recinto público singular de alta belleza. Su lado Norte se concibió como la fachada de un palacio ordenada bajo parámetros clasicizantes con sus pilastras corintias y su frontón central triangular y que, sin embargo, integraba siete modestas casas de veraneo en su composición tripartita de tres alturas. En el centro de la plaza se reservó un espacio de parterre o jardín común, presidido por un obelisco en honor del príncipe de Gales.
Las implicaciones económicas de la actuación también fueron muy tenidas en cuenta y por ello, la plaza no se niveló, manteniendo la suave pendiente natural del terreno, generándose con ello un ahorro importante. No obstante, el conjunto con sus fachadas laterales al Este y al Oeste presentaba un aspecto muy armonioso y adecuado a las prácticas sociales habituales en la época.
Esta primera operación permitiría el planteamiento de una nueva propuesta más ambiciosa que se apoyaría en la disposición de la Queen Square. Para ello, Wood the Elder arrendaría al conde de Essex más suelo en las laderas colindantes que se expandían hacia el Norte. La ordenación del llamado King’s Circus se basaría en el trazado de un círculo, de 100 mts de diámetro aproximadamente, en el que quedaron inscritas las fachadas de 33 viviendas, formando tres arcos de circunferencia. La disposición del centro del círculo se situaría en la prolongación de una de las calles laterales de la Queen Square, la llamada Gay Street y simétricamente se situarían los inicios de otras dos calles que acabarían de definir la composición tripartita de tan singular espacio.

Fotomontaje de dos segmentos de la fachada de la King’s Circus

Wood no llegaría a ver el resultado de lo que había imaginado pues moriría al año siguiente del inicio de las primeras casas que compondrían el recinto del King’s Circus. Las obras las terminaría su hijo, siguiendo estrictamente los criterios formales y compositivos que estructurarían una pieza de arquitectura urbana de una gran belleza. En su conjunto, el King’s Circus es un reflejo de las obsesiones del arquitecto, su implicación con la masonería, su reverencia por una antigüedad mitificada y en una mezcla heteróclita del clasicismo, la mitología druídica, el orden y la numerología.
Algunos señalan que las seiscientas columnas de estilo jónico, enmarcan un espacio urbano inspirado en el Panteón de Roma. En un principio, Wood lo pensó como un gran salón urbano pavimentado cuya bóveda sería el propio cielo. Con los años acabaría plantándose en el centro la media docena de centenarios plátanos que le confieren su maravilloso encanto actual. Otros especulan con la rememoración del gran espacio ceremonial prehistórico de Stonehenge, un círculo también próximo a Bath, que establece una referencia a sociedades antiguas provenientes del occidente europeo y que servía para los ritos de observación y determinación de los movimientos cósmicos del sol, la luna y las estrellas.
Las prácticas urbanísticas e inmobiliarias ya consolidadas en el King’s Circus se prolongarían en el Royal Crescent, una invención exclusiva de John Wood the Younger. Este espacio remataría una de las calles que nacen del anterior espacio. Aquí el arquitecto inventa una forma espacial totalmente novedosa, basada en una semielipse y que, probablemente, se inspiraría en la visión de grabados de la época. En el siglo XVIII era muy habitual disponer de ediciones sobre la arquitectura antigua, publicaciones que toman como motivo la exposición de los grandes edificios de la antigüedad clásica. En este caso, la referencia pudiera ser la del Coliseo de Roma y su forma elíptica, expuesta parcialmente en secciones y esquemas explicativos de su forma en muchos libros y tratados.
El Royal Crescent introduce un elemento esencial que le confiere su carácter, la incorporación del paisaje en la composición. Una idea genial que, mediante la reserva de la gran pradera descendente frente a la que se sitúa permite la contemplación singular de la campiña local. Esta es una práctica que luego se incorporaría a las típicas Terraced Houses británicas, el mantenimiento de espacios libres comunes en combinación con la edificación en hilera de viviendas. El Royal Crecent de Bath es un espacio único que, a partir de una práctica urbana previamente desarrollada, consolida un modo de hacer ciudad muy adecuado a lugares con topografía compleja.

Otra operación inmobiliaria en la estela de los Wood. Landsdown Crescent

Lo cierto es que esta manera de hacer espacio urbano se prolongaría en otros ejemplos de la misma ciudad como los Landsown y Camden Crescents, dentro de propia zona de Bath. Estos conjuntos de viviendas posteriores, que van conformando laderas urbanizadas de una manera armoniosa, reflejan el éxito del modelo y son responsabilidad de otros promotores y arquitectos posteriores.
En escasamente cincuenta años, la ciudad de Bath transformó radicalmente su fisonomía hasta convertirse en uno de los espacios urbanos más armoniosos de Europa. Una ciudad cuya fisonomía queda también pautada por el uso constante de una piedra suave caliza de color meloso. Los llamados Ashlars de Bath, extraídos de las canteras próximas de Combe Down, constituyeron un material básico en la renovación de la ciudad. Otro elemento que confiere unidad formal a un conjunto ya de por sí hermoso.
La arquitectura y el urbanismo de Bath servirían de ejemplo para la ordenación urbana de toda una época realmente interesante, la que constituye el período de consolidación de Gran Bretaña como un imperio de primer orden en el mundo. Su influencia se puede rastrear en otros ejemplos notables en la construcción y desarrollo de ciudades en Escocia e Inglaterra. Es el caso de la New Town de Edimburgo, proyectada por James Craig, aprobada en 1767 y construida en gran medida por John y Robert Adams, así como la operación coetánea de John Nash para la Regent’s Street de Londres, cuyo Park Crescent final guarda unas similitudes formales notables con lo realizado por los Wood en Bath.

Park Crescent, espacio final de conexión de la Regent Street con el parque del mismo nombre en Londres. Una obra de John Nash

La construcción de Bath ejemplifica una forma de hacer ciudad que intenta conjugar el interés empresarial hacia el beneficio privado con la consecución de espacios públicos de altísima calidad. En ese caso, la formación estética de sus promotores les indujo probablemente a no exprimir de una manera avariciosa la totalidad del beneficio posible, logrando finalmente con ello una notable mejora colectiva e imprimiendo un carácter único a esa ciudad que ya forma parte indeleble de la historia social y cultural de la humanidad. —>

2 comments to LOS CRESCENTS DE BATH

  • Hola Federico, me he llevado una linda sorpresa con tu visita.
    No he podido leer todo lo que explicas de Bath (pero lo leeré con calma, seguro, porque leo todo lo que cuelgas, aunque no te ponga comentarios), pero me ha encantado ver esa primera panorámica del Royal Crescent.
    El verano pasado estuvimos unos días entre Londres y Norwich, con amigos de por allí. Una de las visitas que teníamos pensada era Bath, pero luego las cosas se le complicaron a una de las amigas inglesas y tuvimos que dejarlo.
    Así que cuando te lea tendré más razones para ir (incluso estuve hace un par de años apunto de hacer un curso de inglés…¡uf!)
    Luego veo el puente de Palladio. Es que los edificios que he visto de él (poquitos) siempre me han fascinado por su extraordinario equilibrio y elegancia. San Giorgio Maggiore es bellísimo, aparte de unos cuadros impresionantes de Tintoretto.
    Bueno, por eso no te pongo comentarios, porque “me paso”, motivada por tus entradas.
    Un saludo y gracias de nuevo

  • Hola Federico
    Excelente artículo. El año visitado visité Bath y recuerdo haberme dado la caminata hasta el Royal Crescent en pleno viento otoñal… definitivamente valió la pena. Sin lugar a dudas tu entrada ha ampliado enormemente mi percepción sobre esa visita.
    Enhorabuena y gracias.
    Un abrazo

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