TURÍN, UN EJEMPLO DE REPRESENTACIÓN URBANA

El Cavallo di Bronzo frente a las iglesias de San Carlos y Santa Cristina en la Piazza San Carlo de Turín. Foto: Wikipedia
Hace ya unos cuantos años pasé con unos amigos un par de días en Turín, o Torino como los italianos denominan a la capital piamontesa. Recorriendo sus hermosas calles y monumentos nos sorprendió la magnificencia y belleza de unos espacios urbanos que desconocía completamente. Con el tiempo llegaría a saber que aquel conjunto de plazas y calles, tratadas uniformemente desde una perspectiva barroca, responderían a un proyecto urbano unitario que se desarrollaría durante más de siglo y medio.
 

Recuerdo tomarme uno de esos estupendos helados italianos bajo las arcadas de la extraordinaria plaza de San Carlos, mientras en las cercanías, un grupo de jóvenes gritaba estentóreamente, expresando esa vitalidad de los primeros años de la vida adulta. Mientras, nosotros desfrutábamos de la riqueza de aquel espacio casi solitario y de sus arquitecturas monumentales, refrescándonos en el atardecer cálido de aquel ferragosto.

Turín es la capital del Piamonte una región italiana situada hoy próxima a las fronteras de Francia y Suiza. El Piamonte y el valle de Aosta formarían parte del Ducado de Saboya, un pequeño estado que está en los orígenes de Italia y que englobaría extensas zonas de esos otros dos países. En su época de mayor esplendor también alcanzaría al condado de Niza y las islas de Cerdeña y Sicilia.
Turín y sus aledaños. Mapa de Nicolas de Fer, 1705. Fuente: Rare Maps
Históricamente, el estado señorial de Saboya ha sido una región de tránsito que sería devastada con frecuencia por el paso de los ejércitos franceses y españoles en su lucha por la hegemonía en Europa, especialmente en los siglos XVI y siguientes. Manuel Filiberto, Duque de Saboya –uno de los personajes esenciales de la historia de ese pequeño enclave- tendría un papel especialmente importante en la consolidación de Turín como capital del territorio. Después de diversas campañas con el emperador Carlos V, heredaría el Ducado en 1553, organizaría un ejército estable compuesto de soldados locales y pasaría a ser nombrado lugarteniente y comandante supremo de las fuerzas imperiales en los Países Bajos a los que gobernaría durante un tiempo. En 1562, trasladaría la capital del ducado desde Chambéry a la ciudad fortificada de Turín.
 
Turín en esa época era una pequeña ciudad medieval, caracterizada por el trazado cuadricular de Augusta Taurinorum -el castrum romano primitivo- y protegida por una endeble muralla. El Duque asume entonces la renovación de la nueva capital remozando el castillo existente, situado en una posición excéntrica a la ciudad y lindando con el lado este de la muralla. Una actuación posterior incentivaría también la constitución de una ciudadela defensiva pentagonal al poniente de la ciudad, junto con el refuerzo del amurallamiento con objeto de responder mejor a las agresiones de las novedosas armas de artillería. Se generaría así un poderoso y complejo sistema defensivo.
 
Vista aeréa de la Piazza Castello con la fachada añadida del Palazzo Madama en su centro. Foto: Wikipedia
Las diversas fases de ampliación de la ciudad medieval de Turín. Esquema de elaboración propia
Junto al numeroso cuerpo de ingenieros militares, Ascanio Vitozzi cubre el cargo de arquitecto ducal en estos años preliminares de finales del siglo XVI, dedicados a la transformación de la nueva capital del ducado para que adquiera un mayor papel representativo. En esas décadas, que van desde 1580 a 1615, Vitozzi establece las ideas básicas para la renovación urbana y una impronta formal unitaria de la arquitectura que la desarrollaría. La primera actuación que propone trata de reconvertir el espacio en torno al castillo, monumentalizado como centro representativo del poder ducal. Es lo que será la Piazza Castello, como lugar de comando, cuyas fachadas se someten a un diseño unitario uniformador que utiliza el lenguaje clasicista para generar un decorado arquitectónico superpuesto a las irregulares fábricas medievales.
 
En ese período, el objetivo ducal es lograr una expansión rápida de la población, que le dé un mayor rango a la pequeña localidad para que alcance un tamaño de 25.000 personas al menos, según explica Leonardo Benévolo en su obra El arte y la ciudad moderna. Es el momento en el que surge la necesidad de superar las murallas y generar una ampliación hacia el sur en lo que se conocerá como la Cittá Nuova formada por una decena de manzanas organizadas alrededor de lo que será la rectangular Piazza San Carlo, articulada con el centro antiguo por la Vía Nuova o de Roma. El arquitecto concibe todos estos nuevos espacios de enlace urbano para que sean tratados de una manera uniforme, de acuerdo a las estrategias ya ensayadas en Francia, en la Rue Rivoli y las tradicionales plazas reales parisinas como la exquisita Vendôme. La urbanidad formal y unitaria adquiere así un papel esencial para el establecimiento de un carácter representativo de la ciudad como sede del poder del Duque. 
El orden formal de las fachadas en la Piazza San Carlo. Foto: Wikipedia
También la arquitectura que da soporte a estas ampliaciones de la villa piamontesa tiene una gran similitud a la empleada en la capital francesa, cuya influencia aquí es manifiesta. La fachada unitaria, precisada estilística, geométrica y formalmente, se impone a través de instrumentos ordenancísticos y modelos tipológicos utilizados obligatoriamente en la construcción de las nuevas residencias destinadas a la población. Ésta se estratifica verticalmente en los nuevos edificios: Las plantas bajas para talleres y tiendas; los funcionarios y la nobleza asociada al estado en las primeras plantas; más arriba, los burgueses; y, finalmente, los trabajadores más humildes en los áticos y buhardillas. La idea cartesiana de continuidad urbana espacial y el clasicismo se entienden como cualidades superiores de los nuevos tiempos, relacionados con el racionalismo y la belleza ordenada, frente a la imagen caótica de la anterior ciudad medieval.
 
Con posterioridad, ya bien entrado el siglo XVII, serán Carlo de Castellamonte y su hijo Amadeo los que asuman la responsabilidad de continuar las tareas de ordenación urbanística del crecimiento de Turín. Carlo di Castellamonte proyectaría en 1637 la Piazza de San Carlo, espacio de enlace de la Cittá Nuova con el centro histórico y el espacio de comando. La influencia francesa a través de la regente Cristina de Borbón (la llamada Madama Reale, hermana de Luis XIII rey de Francia) sería patente en la conformación del espacio y de la arquitectura de ese recinto esencial de la ciudad.
Esa plaza es un espacio rectangular alargado que presenta pórticos en arcada, en sus lados más grandes y en contacto con la superficie. En la embocadura exterior, se sitúan dos iglesias gemelas, San Carlos y Santa Cristina, cuyas fachadas definen el carácter general del lugar y que se diseñarían posteriormente por otro arquitecto fundamental en Turín, Fillippo Juvara. Bernini calificaría a la Piazza San Carlo como la más bella vista que puede disfrutarse en Italia
Piazza Vittorio Veneto. Espacio de remate de la Vía Po, proyectada por Amadeo de Castellamonte
Una segunda gran ampliación de la ciudad se realizaría hacia el naciente por Amadeo de Castellamonte, hijo de Carlo, a lo largo del último tercio del siglo XVII. Con este esfuerzo de desarrollo la ciudad alcanzaría ya los 40,000 habitantes. Para ello, se derribarían las murallas en esta parte, construyéndose previamente bastiones defensivos en una posición más exterior ya en las proximidades del río Po. La estrategia urbana para organizar el crecimiento es similar a la empleada para la estructuración de la Cittá Nuova, dos nuevos ejes principales enlazan la nueva trama con la fábrica urbana existente, las vías Po, que parte de la Piazza Castello y la prolongación de la calle de Santa Teresa desde la Piazza San Carlo. En el centro del conjunto de manzanas añadidas se instaura un nuevo espacio abierto de mayor dimensión, la Piazza Carlina. La unidad de estilo y formal preexistente se trata de mantener en estos nuevos espacios. Así la terminación de la vía del Po se diseña por el propio arquitecto en una exedra frente a un gran espacio abierto junto a la puerta de la ciudad por el Este.
 
A comienzos del siglo XVIII, un nuevo Duque, Víctor Amadeo II, intenta elevar aun más el carácter y rango de la capital del Principado del Piamonte, mediante una nueva intervención de reordenación urbanística y arquitectónica en su centro urbano. En ese momento, se culminan una serie de patrones urbanísticos y arquitectónicos cuyas determinaciones espaciales se habían ido aceptando durante varios siglos. Y como podemos ver, son aquellos que otorgan ese carácter monumental especial que conocemos hoy en esta ciudad italiana.
Se produciría entonces una tercera y última ampliación barroca de la ciudad hasta alcanzar una población de 70.000 personas. En 1714, dicha operación se la encomendaría el príncipe al arquitecto de origen siciliano Filippo Juvara y Sachetti, al que nombra Superintendente de Obras y Construcciones reales. El arquitecto propondría el establecimiento de una nueva serie de ejes que cruzan, jerarquizan y amplían la estructura cuadrangular romana primitiva. Ahora tomando una dirección alternativa hacia el Oeste.
Con ello, Juvara haría una pequeña adición al manzanario del castrum romano. Utilizaría la llamada Vía de los Panaderos y el pequeño espacio generado por Castellamonte frente al Palazzo Cittá en plena ciudad medieval para apoyar dos nuevos ejes que coserían la ampliación a la estructura urbana preexistente. Son las llamadas en su denominación actual, Vías del Carmine y Garibaldi. De nuevo, se repiten los patrones y estrategias adoptadas por sus predecesores con la inserción de un nuevo recinto abierto central. Piazza Savoia es un espacio cuadrangular, diseñado por Juvara, que jerarquiza el trazado romano introduciendo un nuevo subcentro urbano, y que emplea nuevamente los recursos formales del barroco a la manera de las places royales francesas. Sus fachadas tienen una configuración simple y en su vértice se coloca un obelisco que permite la orientación dentro de la cuadrícula general heredada.
Turín a mediados del siglo XIX en la que se ha proyectado lla eliminación de las murallas y sus sutitución por un bulevar anular. Plano de la guía SDUK. Fuente: Rare Maps
También terminaría ese nuevo eje del Carmine con una pequeña construcción doble abierta, los llamados Quartieri Militari de 1728. Una estructura en ladrillo que sigue la estrategia de diseño definida anteriormente por Amadeo di Castellamonte para la terminación de la calle del Po frente al río. Esta se plantea como una forma cuadrangular, y que se perfila -como en el caso anterior- a la manera de media plaza abierta al exterior y en las que las fachadas también se diseñan de un modo unitario, siguiendo la tradición francesa. Estas soluciones definen la terminación de la ciudad ante las murallas -en localizaciones divergentes- en una transición entre el contorno macizo construido y el paisaje exterior.
 
En la segunda mitad del siglo XVIII todavía otro arquitecto, Benedetto Alfieri, se adaptaría a las tácticas y estilo que introduciría Vitozzi siglo y medio antes. Su diseño para la Piazza y Palazzo di Cittá recogen entonces actualizados los temas formales elaborados por aquél, manteniendo así una increíble continuidad estilística en el tiempo.
Hoy Turín puede presumir en su casco histórico de una escena urbana inmejorable que fue el fruto de una estrategia unificada que incluía la previsión de acciones coordinadas y sucesivas en las que las diversas aportaciones urbanísticas arquitectónicas tendrían un encaje ordenado. En ese caso, los arquitectos y sus clientes actuaron dentro de un marco formal inteligentemente elaborado y enriquecido por todos los que participaron en su consecución. Toda una lección histórica de urbanística, esa disciplina hoy tan denostada.

2 comments to TURÍN, UN EJEMPLO DE REPRESENTACIÓN URBANA

Leave a Reply