UNA ECOLOGÍA HUMANISTA

Ed. Aubanel. Geneve, 2006

El paisajista francés Gilles Clement es un personaje curioso que lleva décadas aportando e innovando un pensamiento heterodoxo sobre la relación del hombre con el medio. Desde su posición pedagógica en la Ecole Nationale Supérieure de Paysage de Versailles dirige anualmente cursos magistrales orientados a una deliberación dedicada al entendimiento de las grandes cuestiones territoriales que afectan a nuestro mundo. Su concepción de la jardinería va más allá del reducido recinto de los espacios verdes urbanos y sugiere una relación más armónica, anárquica y sosegada, con las otras formas vivas que nos acompañan en nuestro universo cotidiano frente a la voluntad de control exhaustivo del espacio, surgida del racionalismo.

Cuando se leen sus breves textos reunidos en una nutrida colección de libros publicados se observa una inmensa voluntad pedagógica que pretende explicar unas ideas alternativas a la convención ecológica al uso. En la observación de sus acciones y argumentos viene a la memoria aquel curioso personaje de
Being there, la novela de Jerzy Kosinsky que fue llevada a la pantalla en 1979 por Hal Ashby, contando con el inefable Peter Sellers como actor principal. Su protagonista, que se presentaba como Chance Gardener, era un deficiente mental cuya vida entera había transcurrido confinada y dedicada a la mejor evolución y cuidado del jardín de su rico patrono en la ciudad de Washington. Cuando éste muere y, en consecuencia, este hecho le lleva a perder su empleo de repente, el limitado mundo de Chance desaparece y tiene que abandonar su amado jardín para adentrarse en la peligrosa selva de la ciudad contemporánea. Mr Chance, provisto exclusivamente de su limitada filosofía paisana, debe enfrentarse con un mundo disparatado de mil desordenes y agresiones constantes. Su relación con el resto de la humanidad que circula a su alrededor no puede ser más surreal. Al principio lo toman por loco o estúpido al escuchar su convencional alegato fundado exclusivamente en la interpretación de las nubes y el bienestar de las plantas; pero al final su primitiva filosofía le lleva a convertirse en asesor del máximo dirigente de los Estados Unidos. Una curiosa parábola que permite lecturas muy ricas sobre el devenir contemporáneo y que recomiendo para entender algunas cuestiones de nuestra realidad actual.

El jardinero Chance en su cerrado universo particular

Gilles Clement podría ser una especie de Mr. Chance evolucionado e inteligente que también ha dedicado gran parte de su vida a tratar de entender cual es la mejor actitud frente a los fenómenos ambientales y, en especial, respecto a los organismos vivos que pueblan este pequeño recinto en que se ha convertido el planeta. Dice Clement al respecto: La evolución es una teoría de las interacciones. La selección natural transforma los encuentros fortuitos en relación. El jardinero parece ser un intermediario en la intersección de los encuentros imprevistos.

Con un discurso generalmente muy escueto, Clement ha aportado tres ideas básicas para superar una visión simplista de la ecología como defensa a ultranza de lo biológico existente. El Jardín en Movimiento, el Jardín Planetario y el Tercer Paisaje son esas tres nociones. Para entender estos conceptos hay que primero escucharle antes en su definición sobre lo que entiende por jardín, jardinero y paisaje.
Según Clement, el jardín combina el trabajo del hombre con la inventiva del resto de la naturaleza; se presenta como el escenario de las relaciones entre los seres humanos y el resto del universo, gestionado generalmente por la intuición y el genio de sus jardineros. La explicación del concepto jardín tiene que ver para Clement con el lugar donde se acumula y preserva lo mejor; donde se gestionan adecuadamente los bienes elegidos del patrimonio natural. En el jardín todo está ordenado, todo se conoce y tiene nombre.
Los campesinos podrían conceptuarse como los antecesores del jardinero contemporáneo, ya más asumido como paisano. Es decir, aquel perteneciente aun paisaje concreto. Los jardineros pretenderían para el autor ordenar un territorio salvaje sometido a la acción caótica de las especies animales y los vegetales y ejercer un cierto control en beneficio propio y del conjunto. En nuestros días la mezcla masiva de las especies existentes, su vagabundeo universal, es un hecho irreversible apoyado por el desplazamiento acelerado de los animales y, especialmente, del hombre. Por ello, para este pensador la labor del jardinero debe reducirse a situarse en medio de este encuentro espontáneo que se produce en el mundo biológico, intentando reducir los efectos nocivos y ayudando a la implantación de lo positivo. En sus palabras: Hacer lo menos en contra y lo más a favor. Solo lo viviente, capaz de invención, transforma los estados instantáneos de los individuos o del paisaje existente en otros, en espacios nuevos.

Versión del Jardin en mouvement. Parc Lazenay en Bourges. Foto: Jordi Chueca, Flcikr

Según Clement, los jardineros conductores deben observar más las dinámicas en curso y ejecutar menos. Este planteamiento Clement lo sitúo en su radicalidad cuando en 1977 compró una pequeña propiedad en el valle de la Creuse, en la región de Limousin al Este de Francia, para experimentar directamente sus ideas. Allí surge el concepto del Jardín en Movimiento, en el curso de los años y de la observación cuidadosa. Clement intenta su disociación de las aproximaciones estéticas al paisaje y pretende seguir el ejemplo y la sabiduría del jardinero: observar el desarrollo de las plantas, el discurrir de los animales, el movimiento del sol y la acción del viento y los otros meteoros.
La propuesta de Clement es revolucionaria, dejar hacer a los elementos, observar y efectuar ligeras acciones correctoras. Dejar espacio a la vida para que libremente se pueda instalar en el lugar y las especies desarrollarse libremente. En este contexto, el jardinero solo actúa para mejorar las expectativas del conjunto sin alterar la riqueza de las relaciones ya presentes, manteniendo la calidad biológica de los sustratos, orientando el agua, limitando a lo mínimo imprescindible la acción de las herramientas, etc. Con ello y el desplazamiento anárquico, creativo, de las especies se estaría en presencia del Jardín en Movimiento.
En cierto sentido, Clement propugna un grado negativo de acción sobre el territorio, algo parecido a lo que el arquitecto japonés Kengo Kuma define como arquitectura del borrado en relación al espacio construido.
Un segundo concepto de interés es el que se refiere al Jardín Planetario: La consideración de la totalidad del planeta como un universo finito, cerrado, en el cual se desenvuelven las especies vegetales y animales bajo la fuerte acción del hombre. Según él habría que actuar en este espacio constreñido como los jardineros medievales que limitaban su acción a la recolección y preservación del patrimonio natural dentro de entornos definidos. Así como las plantas y los animales se distribuían por el mundo según sus capacidades vitales dentro de las zonas climáticas en que se encuentra dividido el planeta, esta riqueza se halla actualmente amenazada gravemente por la mezcla incesante de los elementos en juego, fundamentalmente por la acción de la actividad humana en un proceso destructivo en clara aceleración y expansión.
A partir de estas consideraciones, Gilles Clement contribuye a organizar en 1999 en el Grand Halle de la Villete de París una exposición consagrada al
Jardín Planetario, que tuvo un profundo eco en el mundo francófono. Dividida en tres partes, un primer tramo mostraba la diversidad, tanto de las especies biológicas como de las que corresponden a las culturas humanas; diversidad mantenida fundamentalmente por el aislamiento primitivo. En un segundo plano se presentaba la época de las migraciones de las especies naturales, sobre todo la que ha realizado la humanidad. Este proceso ha tenido como consecuencia una creciente mezcla de los elementos biológicos y, especialmente la interacción y el ensamblaje de los individuos generando nuevas variedades imprevistas. En la tercera parte, se mostraban los esfuerzos más notables para orientar positivamente este fenómeno, que estaban teniendo lugar en diferentes partes del mundo. Entre ellas, se exponían las propuestas de Curitiba, el desarrollo de una aproximación alternativa a la agricultura alrededor del concepto de permacultura, acciones para la limpieza de terrenos polucionados, etc.

Uno de los espacios del Parc André Citroën de París, diseñado por Gilles Clement junto a Allain Provost

Esta exposición del Jardín Planetario recogía la propuesta de Clement del jardín como modelo de gestión del mundo. Con motivo de este evento decía: Si la resolución de los problemas ambientales se realiza siempre localmente, precisamente dentro de la economía del lugar, con su ecología específica, la visión siempre será global. Para abordar una reconfiguración de la destrucción en curso, la producción y consumo in situ de la energía y el agua se convierten en cuestiones cruciales. Ello llevará a una economía y a una gestión apropiada del habitar, de la ciudad y sus habitantes en la que el corazón deberá ser necesariamente un jardín.
La noción del Tercer Paisaje surge para Clement de la identificación de unos espacios singulares que han sido abandonados a su suerte por el hombre al ser ámbitos inaprovechables, tanto desde el punto de vista de la urbanización como de la agricultura. El Tercer Paisaje tampoco tiene que ver con el espacio natural valorado y protegido legalmente. Incluiría simplemente lugares extraños como los barbechos, los pantanos, los bordes abandonados y todos aquellos espacios que no interesan realmente al funcionamiento del sistema territorial tal como ha sido concebido hasta ahora.

Ejemplo de Tiers paysage rodeado por un mar de caña de azucar. Isla Mauricio. Foto: Une ecologie humaniste

De acuerdo a lo anterior, la gestión del territorio se dividiría entre tres tipos de jardineros del terreno: el explotador agrícola, el constructor urbano y un tercer actor menos identificable, la propia naturaleza en libertad.
Por ello, Clement le concede al Tercer Paisaje un valor incalculable como depósito de la riqueza biológica, una reserva genética para una posible reconstrucción futura del planeta. Son estos lugares de indecisión, donde se puede producir el intercambio libre de las especies y su evolución, los que conviene gestionar para que su ámbito de influencia pueda extenderse, así como también lograr establecer una interrelación para que sus condiciones reviertan de una manera más amplia en la viabilidad futura del conjunto del territorio habitado.
En definitiva, una visión superadora de la concepción ecológica al uso en la que las especies vegetales y animales tendrían una importancia por encima de la humanidad. Para Clement en su visión humanista, la esperanza futura de la vida sobre la tierra no se podría separar del destino de los hombres, especie biológica entrelazada indefectiblemente con sus pares naturales y con su destino común. Es una lástima que tanto éste como otros múltiples textos del autor no se hayan traducido todavía al idioma castellano con la profusión que se merecen.

El paisajista Clement en su jardín de la Valleé

2 comments to UNA ECOLOGÍA HUMANISTA

  • Anonymous

    Me intereso mucho el texto que Vd hizo sobre mi trabajo. La comparación con Mr. Chance me encanto así como lo puede imaginar. Cierto que es una lastima que no hayan textos traducidos en castellano (salvo uno: Manifiesto del tercer paisaje , Gili ed.) . Un editor chileno quiere traducir Una ecología humanista.
    Vamos a ver.
    Gracias por su trabajo de análisis inteligente y sensible.

    Gilles Clement

  • Anonymous

    Disfruté de Gilles en la pasada Bienal del Paisaje de Barcelona, aunque su mensaje ya me parece un poco cansino, debería de buscar, en su línea, nuevas formas de expresión.

    Saludos

    Jordi Chueca

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