CACARIAS Y SUS HABITANTES, LOS CACARÉANOS

Multitud. Antonio Saura, 1982

Hay especies de animales, como los leones, las águilas o las hormigas que sobreviven en este mundo intentando aprovechar radicalmente las ventajas que se les presentan en una suerte de lucha despiadada por la supervivencia. El entorno geográfico ha condicionado su forma de actuar e, incluso, su propia morfología, como nos han enseñado los biólogos. Así, en las planicies y sabanas, el león dispone de una variada oferta alimentaria que ha llevado a los especimenes de esta especie a vegetar la mayor parte de su tiempo. Más difícil lo tienen las águilas que deben de rastrear extensas superficies para localizar el propio sustento y el de sus crías, lo que les ha llevado a desarrollar una capacidad visual asombrosa. Las hormigas trabajan cooperativamente acopiando todo lo que pueden para garantizar su supervivencia colectiva y generando, en su rapacidad, espacios asombrosos para la comunidad.
Dentro de estas geografías donde se desarrolla la vida de los animales, Cacarias es una región singular en la que la especie predominante es el cacaréano. Como es evidente una vez que el observador se aproxima al lugar, su actividad principal es el cacareo y, de ahí ha surgido lógicamente el nombre que los identifica. Al cacaréano le va la vida en ello y le encanta cacarear para quejarse y protestar de todo y contra todo. Se siente abandonado por el mundo y grita continuamente para difundir la injusticia de que sus problemas no sean atendidos debidamente.
El malestar que alberga esta especie, se relaciona con el marco incomparable donde desarrolla su vida, que no es tenido en la consideración debida o suficiente por los otros habitantes del planeta. El razonamiento principal del cacaréano, es que Cacarias es un lugar para estar orgullosísimo y debido a ello, sus vecinos próximos y lejanos deben de pagar un peaje obligatorio que les haga más placentera la existencia. Ello, sin que les llegue a interesar realmente cuales son las inquietudes y problemas de los habitantes cercanos o lejanos. Históricamente, la actitud favorita de la sociedad cacaréana es el individualismo y por ello la cooperación o el trabajo en común con las comunidades próximas no ha entrado, por lo general, en sus planteamientos.
Esta especie, en vez de dedicarse a realizar acciones constructivas, prefiere identificar continuamente los errores de sus paisanos y de los demás en una suerte de cántico infinito. Los cacaréanos que sobresalen entre sus congéneres son indefectiblemente machacados por altaneros y prepotentes con lo cual es muy difícil liderar a la manada. La calumnia, la burla y el despiste hacia el prójimo son actividades que han alcanzado un alto grado de sofisticación entre este grupo animal.

Habitante de Cacarias

Como se señala, el individualismo y el ensimismamiento son condiciones innatas en la sociedad cacaréana. La bronca, la descalificación permanente del vecino, la incentivación de la irracionalidad frente a los problemas, así como la máxima separación entre las posiciones intelectuales y, en consecuencia, la falta de acuerdo o la cooperación que hace a una sociedad fuerte, son atributos que adjetivan a este grupo tormentoso de individuos. En Cacarias es casi imposible llegar a acuerdos sobre las cuestiones importantes o fundamentales que afectan a su colectividad.
El disimulo es otra de las actitudes más queridas de los habitantes de esa tierra. Esconder las opiniones propias es todo un arte transmitido familiarmente de padres a hijos. La utilización de epítetos de todo tipo para descalificar al adversario es también una práctica extendida. Bananero, narcisista, revolucionario o corrupto son, entre los muchísimos adjetivos que se escuchan, calificativos que resuenan durante los cacareos habituales como sustitutos de verdaderas argumentaciones.
Los poderosos de Cacarias suelen usar dobles raseros a la hora de afrontar los desafíos y la necesidad de actuar. Se suelen utilizar criterios singulares como el que considera lógico que al hermano se le tiende la mano, al enemigo no se le da ni un higo y al indiferente se le aplica la legislación vigente. Un adagio que resuena en la mente de algunos cacaréanos como una lógica irrefutable de comportamiento en el trato colectivo.
Los dirigentes de Cacarias suelen desgranar interminables relaciones de afrentas y demandas frente a otros territorios en una extensión de la estrategia de confrontación habitual que se suele llevar a cabo en las distintas aglomeraciones cacareánas locales. Esta tragicomedia insulsa que no afronta la necesidad de un cambio de actitud ante la gravedad de las amenazas futuras se representa mediante una perversión del lenguaje y del significado de las palabras que hacen inescrutable las verdaderas intenciones de grupo.
A los cacaréanos les encanta reunirse para comer, bailar y cantar y, de esta manera, olvidar temporalmente los problemas que les aquejan y con ello no tener que afrontar su solución. Las inquietudes artísticas, la música y aquellas otras experiencias que confortan el espíritu han alcanzado un grado de desarrollo notable gracias a la energía personal de algunos individuos frente a la indiferencia colectiva. Debido a la falta de respeto y consideración por esos esfuerzos, su repercusión siempre es muy minoritaria y no trasciende de los círculos relacionados con esas actividades.
En los últimos años, se ha extendido una enfermedad conocida como la modorra subvencionada, que está afectando la salud de los cacaréanos. Comienza con una creciente inhibición para atender decorosamente las necesidades cotidianas del individuo, para extenderse posteriormente a una total falta de voluntad de procurarse el sustento. Recientemente, la modorra subvencionada se ha propagado como una epidemia de tal manera que la inmensa mayoría población vaga errabunda sin un objetivo discernible. Desde fuera, algunas instituciones y expertos llevan algún tiempo aplicando terapias equivocadas y medicamentos defectuosos para tratar de aliviar los síntomas graves de este padecimiento, consiguiendo por el contrario la extensión del fenómeno.
El territorio que ocupan los cacaréanos se asemeja a aquellas islas cubiertas de pájaros que son habituales en los reportajes televisivos de Nacional Geographic. Sobre extensas superficies costeras y rodeadas por el mar, se arraciman los cacaréanos practicando un intenso griterío colectivo de protesta para atraer la atención de alguien que les alimente. Cuando se retiran masivamente se observa una extensa superficie de excrementos que deja irreconocible el lugar.

Posible cartografía de Cacarias. Souvenir de l’avenir, Oscar Domínguez.1938

A lo largo de la corta historia de Cacarias se ha producido una expansión física paulatina que ha llevado a ocupar prácticamente todo el territorio disponible así como algunos lugares geográficos próximos. Multitud de pequeñas aglomeraciones y, sobre todo, el desparrame de infinitos núcleos familiares en los sitios más insospechados han dado lugar a una ocupación masiva del hábitat disponible que amenaza la continuidad global de esta curiosa civilización.
En sus inicios la región cacareána estaba cubierta de frondosos bosques y un paisaje singular que le daba un atractivo por encima de lo común. Con el paso del tiempo y la intensa actividad de sus habitantes, todo el espacio ha sido hollado y ha ido llenándose de construcciones y residuos de una fealdad extrema. El aprovechamiento despiadado de las riquezas naturales y un picoteo sin tregua ha llevado a que el territorio esté extensamente cubierto de excrecencias, restos y basura acumulados a lo largo de los siglos, haciendo el lugar cada vez más irrespirable. El espacio cotidiano ha sido en este caso ampliamente descuidado en la etapa última generando enormes dificultades a la convivencia de los individuos que chocan y se suelen agredir indefectiblemente.
Cuando algún visitante increpa sobre la posible responsabilidad en este desastre, el cacaréano interpelado mira hacia otro lado y suele acusar a otro de los desmanes cometidos. En su extremo individualismo se solicitan apoyos y servicios colectivos de todo tipo canturreando sobre lo mal que está la situación. Ello sin ofrecer colaboración o contrapartida a cambio. Cuando es necesario realizar alguna iniciativa para paliar las graves deficiencias existentes suelen argumentar que es conveniente corregir los inconvenientes en cuestión pero que en cualquier caso no se haga cerca del territorio propio. El sacrificio, si es necesario, debe corresponder siempre a otros. Los zoólogos han clasificado a este subgrupo de especímenes como Nembos, No En Mi Barrio.
La contradicción llega a tal extremo que mientras se increpa al cielo pidiendo solución al destrozo territorial y se originan concentraciones masivas de protesta de una manera cada vez más frecuente, por otro lado, no se acepta ninguna alternativa posible, produciéndose una suerte de parálisis esclerótica colectiva.
Hoy en día, los cacaréanos observan y exploran lugares distantes hacia donde expandir su sociedad ante las dificultades que están haciéndose cada vez más visibles relacionadas con la supervivencia propia y de sus congéneres. Para ello, la vanguardia de la sociedad cacaréana se desplaza constantemente, buscando nuevos espacios para la localización de más actividades. Se exploran los desiertos y las selvas, se navegan los mares y se escrutan islas distantes en una especie de huida desesperada a la búsqueda de otros paraísos.
Pero la magnitud de los problemas del espacio vital de Cacarias está creciendo a una velocidad incontenible lo que augura una debacle en una perspectiva temporal no muy lejana. Es posible que, en los próximos decenios, una parte sustancial de la especie de los cacareános se vea obligada a emigrar nuevamente ante la dificultad de dar sustento a sus descendientes.
Hoy en día, no se ve una alternativa plausible para la comunidad y en el horizonte planean nubes tormentosas que pueden degenerar en auténticos huracanes que acaben de destrozar las condiciones físicas que han permitido la convivencia de los cacaréanos a lo largo de las eras. Siempre queda la esperanza de que en algún momento se produzca un milagro y una luz ilumine las conciencias de los habitantes de Cacarias.
Que me perdonen Robert Musil y Ulrich, el hombre sin atributos, por utilizar sus ideas y argumentos para quejarme una vez más de un colectivo animal concreto pero es que el narrador es cacaréano y, por tanto, también pertenece a esta sociedad específica.
Lo cierto es que, a muchos cacaréanos como yo, nos gustaría que las cosas fueran de otra manera y que en lugar de la queja permanente, los habitantes de esta región asumieran verdaderamente la responsabilidad sobre su destino colectivo y se trabajara más intensamente en la búsqueda de las mejores respuestas a los graves problemas que se avecinan en un futuro que está a la vuelta de la esquina.

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