LA ARQUITECTURA Y LA EXPO DE ZARAGOZA

Con motivo de la Expo del Agua celebrada en el verano de 2008, un conjunto de piezas de arquitectura e ingeniería se han añadido a la ciudad de Zaragoza. Un balance somero señalaría el predominio de la mediocridad junto a algunas intervenciones brillantes que aportan nuevos hitos al paisaje de la capital de Aragón.
La pasarela del Voluntariado de Javier Manterola. El “pincho”, nuevo hito paisajístico de Zaragoza

Llegar a la principal urbe aragonesa en el nuevo tren de alta velocidad, el AVE que une Madrid con Barcelona, es todo un acontecimiento. Esta infraestructura de transporte ha reforzado ampliamente la posición de la ciudad en el mapa de la península ibérica. La nueva estación de Delicias es un magnífico hito urbano diseñado con buen criterio para desempeñar un papel monumental en la imagen urbana global. Su funcionalidad y su inserción en el entorno concreto se apoyan en una arquitectura apropiada. En definitiva, un edificio con una gran personalidad que aporta urbanidad y cuyo perfil identifica el nuevo desarrollo de la ciudad hacia el Oeste. Su amplío espacio de recepción de trenes es todo un espectáculo visual, ejecutado con una alta calidad espacial como corresponde al gran arquitecto que lo ha proyectado, Carlos Ferrater.
La obra de Ferrater, prevista y realizada con anterioridad a la Expo del Agua de Zaragoza 2008, ha constituido una buena anticipación de lo que debiera haber sido posible en este acontecimiento internacional respecto a la producción de buena arquitectura y una correcta adición de nueva ciudad.

Perspectiva superior de uno de los vestíbulos del Hotel Iberus
He tenido la oportunidad de quedarme en el interesante hotel Iberus, situado casi dentro del propio recinto de la Expo. Un trabajo de Elías Torres y José Antonio Martínez la Peña que contiene sugestivas ideas arquitectónicas pero que ha sido construido de una manera chapucera. Su gran ala de habitaciones se ha planteado con una orientación paralela al río Ebro, lo que permite a sus habitaciones disfrutar de unas espectaculares vistas panorámicas sobre los nuevos puentes realizados junto al meandro de Ranillas.
Los espacios comunes de recepción y vestíbulos sucesivos a triple altura definen visuales muy atractivas, lo que junto a un exquisito uso del color otorga a sus interiores de una alta calidad espacial. Todo ello se complementa con el recurso en el interiorismo a piezas de mobiliario del maestro danés, Jacobsen, lo cual es una garantía de sobriedad. Lástima que una ejecución constructiva muy mala haga que desmerezca el esfuerzo proyectual realizado.

Ordenación urbana particular del recinto de la Expo de Zaragoza ocupando el meandro de Ranillas

Paseando por la Expo de Zaragoza, más allá de sus arquitecturas concretas, no se puede sentir sino decepción ante unas expectativas culturales no satisfechas, colonizadas totalmente por una idea del entretenimiento mal entendida y con escasez de recursos narrativos realmente válidos. El vacío intelectual ha presidido la práctica totalidad de los pabellones construidos y además muchos de los recorridos expositivos apenas han ofrecido un dialogo inteligente a sus visitantes. Los discursos sobre el gravísimo problema que supone actualmente la administración del agua en el mundo se han caracterizado por una simpleza enmascarada bajo toda una parafernalia de pantallas, diseño de señalética junto a una explosión innecesaria de colores y signos que no han pretendido comunicar prácticamente nada. La ausencia de información coherente ha sido patética, teniendo en cuenta la grandilocuencia de los objetivos, aquellos por los que se pretendía una reflexión sobre la necesidad de una mejor gestión de un recurso esencial.
Todo ello acompañado por monumentos autistas como la llamada Torre del Agua del arquitecto Enrique de Teresa, que constituyen un despilfarro constructivo evidente. Pasear por sus rampas interiores observando la enorme escultura en forma de inmensa gota de agua que ocupa su gigantesco atrio interior lleva al espectador a interrogarse sobre cual es el sentido de este gran edificio que recurre a sistemas constructivos de una supuesta última tecnología y que obliga a recorrer una espiral descendente que se antoja infinita al visitante. Sin respuesta, en mi caso.
Quizás sus promotores hayan tomado como referencia el ejemplo de la torre Eiffel realizada con motivo de otra Exposición Universal, la de París de 1889. Un emblema urbano que hoy constituye un hito identificador de la ciudad a nivel mundial enclavado en uno de los espacios más significados de esa ciudad, el Champ de Mars. Es dudoso que ocurra una historia similar con la enfática Torre del Agua.

Vista desde el acceso al pabellón de la Comunidad Autónoma de Aragón

El pabellón de Aragón, de los arquitectos locales Daniel Olano y Alberto Mendo, parte de una idea recurrente en otros experimentos arquitectónicos recientes: la disposición de amplios espacios diáfanos horizontales superpuestos y puntuados en su isotropía por pozos de luz interiores en las que se concentra la armazón estructural. Es curiosa la concepción de su envolvente a la manera de tejido de cestería, generando una imagen y personalidad muy particular.
Los puentes realizados con motivo de este acontecimiento son quizás una buena aportación territorial de la Expo de Zaragoza. La Pasarela del Voluntariado, o el Pincho como la han bautizado los zaragozanos, es un magnífico trabajo de ingeniería del equipo encabezado por Javier Manterola. Se despliega con elegancia en un simple trazo arqueado sobre el Ebro, comunicando peatonalmente la entrada Oeste del recinto de la Expo con la orilla sur del río en las proximidades del centro de la ciudad.
El pabellón puente de la arquitecta iraquí Zaha Hadid, con el apoyo de la ingeniería británica Arup Associates, constituye un espectacular acceso desde el nuevo barrio de Delicias. Es todo un acontecimiento atravesar sus intrincados espacios interiores que desarrollan una interesante idea estructural de celosía metálica inspirada en la forma de un narciso y recubierta de escamas metálicas que dotan al edificio con una imagen muy característica. En mi opinión, sin embargo, lo considero un gesto brillante pero excesivo que tapona innecesariamente el paisaje característico del río en este punto.

El pabellón de España en su emplazamiento

Pero sin duda, el mejor edificio de la Expo es el pabellón de España de Patxi Mangado. Una lírica interpretación de un bosque enclavado sobre una lámina de agua. La especie de manglar constructivo del arquitecto navarro, ofrece desde su enigmática silueta, una referencia clara de mesura frente a la multitud de gestos vociferantes de las arquitecturas a su alrededor. El recurso a una geometría de ángulos y contornos precisos contrasta poderosamente frente a un universo de babas y burbujas que han pretendido rememorar de una manera simplista el tema acuoso general.
Los espacios interiores del pabellón de España ofrecían un sobrio relax visual tamizado por el bosque columnar de sus perímetros. El recurso a colores oscuros y unas contundentes carpinterías de madera de roble, junto a pavimentos del mismo material, otorgan una cualidad estética a este edificio que sobresale frente al conjunto de sus vecinos.

Plantas del pabellón de España

Las Exposiciones Internacionales presentan un handicap en origen, consistente en la premura de su ejecución física. Crear una pieza completa de ciudad sin una idea global de coherencia urbana apropiada es un lastre muy difícil de superar por las arquitecturas concretas, como ya señalaba en la entrada anterior. Si además, se plantean como un campo en el que se prima la experimentación arquitectónica es muy difícil conseguir un entorno favorable a la vida urbana posterior. Un fenómeno que acompaña a numerosas muestras de este tipo como ejemplifica el devenir de la Expo de Sevilla, paradigmático de un abandono a su suerte de un territorio que ha contado con inversiones multimillonarias.
Algo tendrá que ver en estos procesos de degradación, la burocratización de la arquitectura a partir de la fagocitación de los proyectos por toda una caterva de gestores y empresarios temporales, cuyos únicos objetivos son el cumplimiento estricto de plazos y el control presupuestario. Los que reciben la encomienda de sacar adelante acontecimientos de este tipo comenten el grave error de no están para sutilezas culturales que son las que realmente generan la calidad de lo que se quiere llevar a cabo.
Es sorprendente la ausencia de investigación destacable en la arquitectura realizada en la Expo de Zaragoza. Investigación relacionada con temas trascendentes para el futuro inmediato, tales como el ahorro energético, el manejo eficiente del agua, el reciclaje, etc. Varios objetivos en línea con las preocupaciones de mucha arquitectura sensible con la situación actual de la humanidad. En este caso, apenas se pueden señalar edificios confortables que hayan sopesado las condiciones climáticas, es decir que funcionen teniendo en cuenta el aprovechamiento pasivo del sol y el viento. El reciclaje de residuos sólidos y de aguas negras, junto a un aprovechamiento del agua de lluvia, podrían haber sido también otro motivo para la exploración de nuevas ideas arquitectónicas.
Igualmente, la utilización de materiales alternativos en la construcción futura podría haber sido otro campo de investigación interesante a incentivar: Estrategia que contemplara la valoración de los materiales desde el punto de vista de su aportación a la contaminación global, que procuren reducir su impacto y que no supongan una acumulación de procesos que generan un consumo energético innecesario, bien debido a un transporte excesivo o bien por la utilización de procesos industrializados altamente dependientes de calor o electricidad

El puente del Tercer Milenio. Comunicación básica de la Expo con la estación ferroviaria de Delicias

Incluso la exploración del carácter emblemático de la arquitectura destinada a la representación pública como monumentos urbanos pudo ser mucho más ambicioso en este caso, lastrado por una forma urbana deslabazada y chapucera que no contribuía a la aparición de un arquitectura representativa.
El entusiasmo de la población aragonesa para visitar la muestra contrasta con el comentario de los zaragozanos sobre la repercusión de la Expo en la ciudad. Indagando en sus opiniones sobre este evento se extraería una duda generalizada sobre las ventajas que ha obtenido esta capital de un esfuerzo colectivo de este calibre. Parecería que en Zaragoza, el verano de 2008 ha transcurrido velozmente pautado por una invasión de extraños, insensibles a su trajín cotidiano, y a la espera de la llegada de un otoño reparador de las costumbres habituales sencillas y apacibles.
El pabellón puente de Zaha Hadid y Ove Arup Ass.

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