LA EXPO DE ZARAGOZA. UN BALANCE PERSONAL

Este verano he tenido oportunidad de visitar la Expo del Agua en la ciudad de Zaragoza. Me ha permitido observar por primera vez un acontecimiento de este tipo y reflexionar sobre su significado y las posibles repercusiones en una ciudad concreta. Como visitante, hay dos cuestiones sobre las que me gustaría dar mi opinión personal: el urbanismo y la arquitectura.

Aspecto del acceso Norte al recinto de la Expo de Zaragoza

La Expo de Zaragoza se inscribe dentro de una ya larga trayectoria de acontecimientos urbanos que se plantean como una confluencia entre la cultura del entretenimiento masivo y la reorganización de las ciudades. La aportación de un motivo para el encuentro y la visita de gran cantidad de personas a un lugar específico es aprovechado para catalizar procesos de gestión urbanística con el apoyo de técnicas de mercadotecnia tematizada. Un desarrollo urbano singular que sin este tipo de estímulos sería muy difícil gestionar y llevar a cabo.
Por ello, las llamadas Exposiciones Universales se han convertido en una de las herramientas más socorridas para reforzar el posicionamiento de una ciudad específica en la competición global por un mayor reconocimiento mediático entre los espacios urbanizados avanzados. Una práctica que forma parte de una nueva variante de la publicidad, definida como branding urbano o city marketing; disciplina que trata de imponerse como técnica indispensable para una supuesta mejora de la economía de los territorios y la generación de un discutible enriquecimiento local.
Explicado con otras palabras, el city marketing es un mecanismo de apoyo que contribuye al intercambio desigual para atraer más recursos a sitios determinados a costa de su detracción de otras sociedades y colectivos menos avispados. Algo similar, en lo referente a esta táctica del branding de ciudades, representan las competiciones deportivas de todo tipo, especialmente los Juegos Olímpicos. También otros eventos de masas juegan un papel destacado en esta estrategia publicitaria orientada a la competición: es el caso de los conciertos masivos, los acontecimientos culturales, junto con toda una parafernalia de actividades menores que buscan ocupar el escaso espacio que ha quedado definido por los medios convencionales de comunicación de alcance planetario.
Las Exposiciones Internacionales son acontecimientos con una larga tradición que se inicia a mediados del siglo XIX en Londres con aquella Great Exhibition of the Works of Industry of all nations, auspiciada por el príncipe Alberto, consorte de la reina Victoria, que atrajo maravillas de todos los continentes y países de la Tierra y donde se construyó el renombrado edificio de acero y cristal, Crystal Palace, del jardinero Joseph Paxton que tanto inspiraría a la arquitectura durante el siglo XX. El magnífico parque Hyde, enorme espacio libre en el centro de esa ciudad y en el que se desarrolló ese acontecimiento, es una consecuencia imprevista de esa gran exposición y que, hoy en día, observamos con admiración como una de las señas de identidad más significativas de Londres. Durante la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX se seguirían produciendo numerosos acontecimientos de este tipo, la Columbus Fair de Chicago en 1896, la World Fair de Nueva York en 1936, etc. En España, los pioneros en estas actividades fueron los catalanes con su exposición de 1887 que dejó el parque de la Ciudadela como herencia a la ciudad de Barcelona hasta llegar a la Expo de Sevilla de 1992, el precedente inmediato en nuestro país del acontecimiento que se acaba de celebrar en Zaragoza
A pesar de toda su parafernalia de supuesto apoyo a la sostenibilidad, una supuesta reflexión sobre el agua como recurso escaso que se ha elegido como motivo inspirador en esta ocasión, etc., la Expo de Zaragoza lo que claramente ha promovido es un incremento forzado del atractivo hacia esa ciudad durante un lapso temporal determinado. Estrategia de sugestión que utiliza los mismos mecanismos y recursos que han codificado internacionalmente las empresas que trabajan orientadas al negocio de los parques temáticos o de atracciones. Este tipo de instalaciones generan ex novo un poderoso flujo de visitantes a partir de la acumulación de una serie de atracciones espectaculares, supuestamente innovadoras y ligadas al entretenimiento cultural. En definitiva, es una forma diferente de generar turismo de masas hacia lugares que no cuentan con muchos recursos reconocibles al respecto.

Interior del Pabellón Puente, obra de la arquitecta Zaha Hadid

De acuerdo a lo expuesto por Francisco Javier Monclús en su libro Exposiciones Internacionales y Urbanismo. El Proyecto Expo Zaragoza 2008, la ordenación territorial de esta nueva adición a la ciudad de Zaragoza se apoya en ideas elaboradas con mucha antelación por el planeamiento urbanístico. El Plan General de Ordenación Urbana de 1989 ya contenía una primera aproximación al espacio en el que iba a situarse el recinto de la Expo del Agua. Este planeamiento concebido en una etapa caracterizada por las dificultades para el desarrollo residencial y de las actividades económicas, se planteó con unos objetivos de restricción del crecimiento. Aun así ya definía un eje vertebrador de las posibles adiciones a la ciudad por el Oeste, la que bautizó como Ronda del Rabal que constituiría el último tramo del Tercer Cinturón Urbano de la ciudad enlazando los barrios de la Almozara y Actur a través del meandro de Ranillas. Este potente eje estructural constituiría junto a la ribera del río Ebro el elemento definidor del enclave donde se localizaría finalmente la Expo de Zaragoza. La revisión del Plan General de 2002, mantuvo este potente bucle viario interior, estableciendo los mecanismos de gestión necesarios para poder acometer una actuación como la que implica necesariamente una operación singular de este tipo.
La ordenación urbanística concreta del lugar es fruto ya de un encargo directo de 2001 a la consultora vasca IDOM para definir el recinto expositivo, una vez aceptada la candidatura de la ciudad por el Bureau Internacional des Expositions. Su apuesta principal ha sido la definición de un gran espacio edificado formando frente a la gran vía estructural de la ronda hacia el Norte y el Este. Este edificio proyectado como una especie de gran ameba informe contendría a una gran parte de los pabellones y definiría un límite físico del futuro recinto junto con la orilla del río, lo cual generaría un gran vacío intermedio en el que se podrían situar algunos pabellones representativos que se prefiguraban formalmente también como otras manchas acuosas a modo de gotas. Finalmente,l frente fluvial se trataría como un gran parque lineal en el que se insertarían los accesos en puente desde la ciudad.

En amarillo la localización del recinto de la Expo de Zaragoza 2008. Plano de Estructura Urbanística del Texto Refundido de 2007 del Plan General de Ordenación Urbana

Lo curioso es que este esquema formalizador que actuaría sobre una superficie notable, superior a las 25 hectáreas, ha acabado construyéndose tal cual con una arquitectura de compromiso que poco contribuye a la urbanidad de Zaragoza. Las premuras temporales, la apelación a la eficacia y la ausencia de una decantación adecuada han impedido que se produjera una aportación realmente significativa a la ciudad más allá de algunas honrosas arquitecturas que constituyen una excepción al emblematismo requerido y al carácter estructurador y de nueva centralidad urbana perseguida.
El parque fluvial ha sido también otra oportunidad perdida. En un inicio, responsabilidad de los arquitectos paisajistas catalanes Batlle y Roig, proyectaba el aprovechamiento extensivo de la orilla del río Ebro junto con la inclusión de un edificio puente sobre el río. Interesante idea que acabaría materializando la arquitecta iraquí, Zaha Hadid. La propuesta de Batllé y Roig no se ha llegado a perfilar convenientemente y el espacio de encuentro con el río es, en el verano de 2008, una indefinida sucesión de superficies verdes rematada por una especie de banco continuo prefabricado que es casi la única aportación que han podido llevar a cabo estos arquitectos.
El resto del meandro al exterior de la vía de ronda se ha tratado como un gran espacio de transición entre la ciudad y el territorio abierto circundante menos antropizado, ello de acuerdo a los objetivos que se definieron en el planeamiento. Quizás esta parte del meandro de Ranillas ha tenido mayor suerte en cuanto a su tratamiento. Y ello podría obedecer a su carácter residual respecto a la globalidad de la intervención relacionada con la Expo y su posición excéntrica respecto a la ciudad. Se ha definido como un gran parque fluvial que respeta la previa condición de marisma con gran presencia de láminas de agua y parcelas agrícolas. La propuesta de los arquitectos locales Alday y Jover, junto con el apoyo de la paisajista francesa Christine Dalnoky ha procurado preservar el mosaico de paisajes e introducir elementos que permitan una mayor accesibilidad y así aumentar el disfrute de este espacio vegetado de más de 120 hectáreas, iniciando con ello su aprovechamiento para actividades recreativas y de ocio para los ciudadanos.

Vista de aérea del conjunto de las obras de la Expo de Zaragoza, prácticamente finalizadas

Estas simples ideas urbanísticas y de paisajismo básico, no han podido ser desarrolladas convenientemente en el tiempo. En su momento fueron fagocitadas rápidamente por una visión economicista de bajo vuelo, algo que se ha extendido indefectiblemente entre las elites dirigentes de nuestro país. El burocratismo que caracteriza actualmente a las actuaciones urbanísticas importantes, así como a la arquitectura que pretende tener trascendencia, suele coartar la creatividad desde sus inicios, rodeando o sustituyendo directamente a sus verdaderos impulsores por toda una cohorte de expertos en el desarrollo constructivo, estructural, de ingeniería, etc. que exhiben de una manera muy discutible una supuesta eficiencia como marca de identidad.
La desconfianza del sector público respecto a los urbanistas y sobre todo hacia los arquitectos, artistas irredentos según el tópico al uso, ha llegado a un punto en que es difícil lograr espacios urbanos de calidad y, mucho menos, arquitectura pública realmente valiosa. Junto a ello, la clase política que tiene la encomienda de la gestión nuestras ciudades procuran el descargo de la responsabilidad pública en toda una parafernalia de personajes interpuestos, técnicos en project management, consultoras de ingeniería, gestores empresariales, etc. que está socavando aceleradamente y sin remedio el prestigio duramente adquirido por el urbanismo y la arquitectura española en las postrimerías del siglo XX.
Un esquema urbanístico o una idea espacial de arquitectura necesitan de una decantación en el tiempo así como un desarrollo apropiado que conduzca a una posible excelencia constructiva y a una calidad real de los edificios. Esto no se puede llevar a buen término delegando su proyectación en empresas consultoras en las que se diluye la responsabilidad del diseño, compuestas por cientos de profesionales y donde la visión burocrática y de una eficiencia mal entendida, relega la calidad de la arquitectura a un papel subsidiario.

Es curioso que allí donde se proyecta masivamente la atención política y técnica, junto con la intervención de la burocracia asociada suele producir resultados no concordantes con el esfuerzo realizado. Sin embargo, algunas iniciativas que no presentan una imagen tan lastrada por la avalancha mediática posiblemente supongan una mejor proyección hacia el futuro de los lugares. El ejemplo inmediato en el caso de Zaragoza, es el que representa la Plataforma Logística de Zaragoza. PLAZA constituye una interesante apuesta económica hacia el futuro que ha identificado un recurso no explotado que se apoya en las condiciones geográficas de un territorio, sus comunicaciones y su posición en el cuadrante noreste de la península ibérica y que, sin embargo, su éxito no es muy conocido más allá de Aragón.

1 comment to LA EXPO DE ZARAGOZA. UN BALANCE PERSONAL

  • Federico:

    estuve ahora hace 1 año con un grupo de alumnos visitando las obras de la Expo de la mano de Monclús (precisamente). Me pareció que todo lo que él explicaba él estaba fenomenal, especialmente lo referente a la recuperación de las márgenes del río hasta su salida de la ciudad.

    Otra cosa, como dices, es el resultado visible de lo construido en el meandro, más que mediocre, a mi parecer, en muchos aspectos. Y el hacer ciudad a golpe de evento, cuanto menos, desfasado.

    De todos modos, algo que creo que no mencionas es cómo en todo el proceso de la expo se ha gestionado (al parecer con gran éxito, por parte del Estudio Lamela), el “post-expo”, es decir, “qué será de aquello después del evento”. Parece que un parque empresarial, y haberse ocupado de este tema ya es un gran avance respecto a los errores monumentales de Sevilla.

    Un fuerte abrazo, Andrés

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