LANZAROTE, UN PAISAJE EN PELIGRO

Esta semana acudo invitado a un taller participativo que tiene como objetivo la producción de ideas para el futuro de una institución carismática canaria, la Reserva de la Biosfera de Lanzarote. Estas son algunas de las reflexiones que quisiera exponer allí para animar el debate. Ideas sobre cuales deben ser hoy las estrategias para la preservación de los valores ambientales y urbanísticos presentes en los espacios insulares, pequeños laboratorios de la deriva planetaria.

El voluntarioso e ilusionante trabajo creativo realizado en la isla de Lanzarote por el artista
César Manrique durante los años 70 y 80 del siglo pasado ha generado un microcosmos especial que hoy se encuentra gravemente cuestionado por una especulación rampante que ha destruido ya muchos de sus numerosos paisajes emblemáticos.

Paisaje volcánico del parque nacional de Timanfaya en Lanzarote. Foto: Stephen Downey, Flickr

Decía César Manrique, en una entrevista recogida en su libro de 1988 Escrito en el fuego, que cualquier artista auténtico, inmerso en una determinada naturaleza, ciudad o latitud, está condicionado por haber recibido todos los matices y sensaciones del medio donde habita.
El paisaje hay que interpretarlo como una especie de palimpsesto en el que se resume la cultura heredada, el esfuerzo transformador de generaciones actuando sobre el territorio primitivo. El paisaje no debe concebirse como una visión idealizada o romántica de lo natural impoluto, sino que cabe interpretarlo desde una determinada posición estética adquirida de una manera casi biológica. La visión del paisaje valora los horizontes conocidos, la disposición de las especies biológicas familiares, la cultura tradicional de los campos, los artilugios insertados por innumerables generaciones anónimas de constructores junto a un reconocimiento de las fuerzas cósmicas que actúan en nuestro entorno, el sol, el agua, las nubes, etc.
Esta contemplación despierta emociones que van más allá de la mera estética para atraer una reflexión sobre la relación del hombre con el universo. Algo que está insertado en lo más profundo del genoma que nos define y rememora nuestro pasado primigenio casi vegetal y geológico.
El gran sufrimiento intelectual que se experimenta en nuestros días está relacionado con la paulatina destrucción de nuestros paisajes sometidos a una dictadura implacable de las fuerzas económicas empeñadas en la extracción de las plusvalías ocultas que contienen determinadas porciones del territorio, afectadas por características visuales singulares y sujetas a la admiración colectiva.
En 1970 se crea la institución de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote, atendiendo localmente a los objetivos definidos en el programa de Unesco, el Hombre y la Biosfera.
Aquella institución pionera se basó en dos objetivos loables para la viabilidad de Lanzarote hacia el futuro, la conservación y protección de la biodiversidad local así como el fomento del desarrollo económico y humano compatible. En otro contexto, estas ideas iban a ser recogidas con carácter genérico como la esencia del desarrollo sostenible en el famoso informe, elaborado en 1987 por el equipo encabezado por la ex primera ministra de Noruega
Gro Harlem Bruntland, y titulado Nuestro Futuro Común. Este texto seminal definía ambiguamente al desarrollo sostenible como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.

El peculiar cultivo del viñedo en La Geria de Lanzarote. Foto: tonygalvez, Flickr

En la actualidad estos dos objetivos, la protección de la biodiversidad y el fomento del desarrollo, se han convertido en antagónicos ya que si solamente extrapoláramos el nivel de recursos necesarios para el consumo de los estadounidenses al conjunto de la humanidad haría falta una superficie equivalente a 5 planetas. Es lo que se conoce como huella ecológica de la humanidad. Se calcula midiendo la superficie de tierra que cada persona podría necesitar como media para su supervivencia. Según un modo eficiente de vida soportado en una agricultura de autoconsumo, bastaría un valor de huella ecológica de 1,5 hectáreas por familia, mientras que el consumo humano basado en el desarrollo industrial medio europeo implicaría ya una superficie de 2,5 hectáreas por persona cuando el planeta solo dispone de 1,8 hectáreas, si se repartiera equitativamente la totalidad de la superficie disponible.
Según el economista francés
Serge Latouche, el desarrollo sostenible es un oxymoron, una antinomia contradictoria que permite interpretaciones contrapuestas. El desarrollo sostenible ya es una imposibilidad que debe rechazarse porque lleva implícita la estratagema ideológica que avala un desarrollo económico y especulativo incompatible con el mantenimiento de la vida sobre la tierra.
El sistema economicista, tal como es concebido actualmente, constituye un mecanismo de depredación despiadada de los recursos que ha conducido y conducirá a crisis recurrentes. La especulación sobre el territorio, las materias primas, los alimentos, etc. nos dirigen a una posible destrucción global que ya fue denunciada a mediados del siglo XIX por el naturalista francés
Jean Baptiste Lamarck que señalaba entonces de una manera inquietante y catastrofista que el hombre está destinado a exterminarse a sí mismo después de haber transformado en inhabitable el globo terráqueo.
Como es apreciable, todos estos procesos se apoyan en una ideología autodestructiva que nos ha transformado de ciudadanos y habitantes en consumidores, cuya obligación principal es el consumo acelerado y creciente de recursos. Unos ritos cotidianos inducidos que no nos procuran una mejor calidad vital, ni muchos menos, confort espiritual.
Hay que buscar alternativas que reconduzcan la situación actual, aquella presidida por una economía especulativa concebida como constante apropiación individual y privada de los recursos colectivos.

Hoteles ocupando la franja costera del Papagayo en Lanzarote


En Canarias y, especialmente en Lanzarote, hemos sufrido en las últimas décadas esta tempestad de rapiña y expoliación, fustigada por nuestras propias gentes. Pero hemos llegado a una situación en la que se vislumbran los límites, ya no hay más isla que consumir, todo está controlado y monopolizado cada vez más. El archipiélago ha sido el paraíso de la economía especulativa que, de continuar, nos aboca a un escenario suicida.
Pero ¿Cuáles son los bienes intangibles que hemos dilapidado? Fundamentalmente, clima y paisaje. Ventajas difícilmente reproducibles en otros contextos geográficos. El clima benigno del archipiélago es la principal ventaja competitiva con la que cuenta Canarias y que hace tan atractivas a nuestras islas. En el caso del paisaje se ha partido de unas condiciones de gran belleza y diversidad que se han desperdiciado aceleradamente. Y lo hemos realizado de una manera altamente rentable y sistemática, aun a costa claramente de las posibilidades de las generaciones futuras.

Temperatura media de la tierra en verano e invierno. El punto verde junto a África define la posición de Canarias

En este contexto de apropiación exacerbada de los recursos y de competencia fraticida habría que cambiar algunos valores sacrosantos. Entre ellos, los que propugnan mayor desarrollo, consumo más sofisticado, más libertad e individualidad. Sus posibles sustitutos: austeridad, mejor cultura, apoyo mutuo, más decisión colectiva, control sobre la especulación territorial.
Habría que publicitar mejor una alternativa humanista que nos transforme de consumidores en personas con mayores recursos intelectuales, entretenidos en mejorar nuestra percepción, valoración y conocimiento del mundo que nos rodea.
También es necesario continuar con los esfuerzos ímprobos realizados por una parte de esta sociedad insular, una batalla constante para conservar los valores que presenta nuestro territorio y que hasta el momento ha sido perdida en aras de un desarrollismo mal entendido. La intervención pública de una innumerable pléyade de asociaciones ciudadanas, colectivos ecologistas, colegios profesionales, etc. ha incentivado la producción de una gran cantidad de textos legislativos dedicados a la ordenación y gestión del territorio del archipiélago. Más de 12 leyes urbanísticas han sido dictadas por el Parlamento de Canarias desde que en 1987 fuera aprobada la Ley de Espacios Naturales que preservó del desarrollo urbano y del aprovechamiento antrópico a casi la mitad de la superficie del archipiélago. Legislación que, desgraciadamente y a pesar del esfuerzo, no ha podido frenar el deterioro creciente de nuestros espacios urbanos cotidianos y el paisaje más cercano.
Sin embargo, el desarrollo económico, catalizado por el éxito del sector turístico primero y luego la lluvia de un sinfín de recursos europeos como consecuencia de la entrada de España en la Unión Europea, ha seguido su camino inexorable en el consumo del territorio restante produciendo unos espacios urbanos dejados al despliegue sin freno de las apetencias especulativas de un empresariado con unos objetivos muy pedestres y cortos de miras. El resultado es un conjunto de ciudades y territorios altamente urbanizados, muy densos y de una gran fealdad. Espacios edificados en los que no se ha cuidado la calidad de la urbanización y cuya forma urbana es detestable. Finalmente, también la arquitectura resultante es de una gran mediocridad formal como resultado de intentar exprimir al máximo las grandes edificabilidades otorgadas por el planeamiento.
Nuestra posición dentro del espacio económico del mundo desarrollado nos ha lanzado a un consumo desenfrenado que debe atemperarse. Por ello, deben de proponerse objetivos diferentes para el futuro, como el decrecimiento de la actividad económica que es una posibilidad a considerar seriamente. El incremento constante del Producto Interior Bruto regional no es un dogma incontrovertible. Por el contrario el menor consumo de materias primas, energía, agua, suelo y biodiversidad deben ser objetivos alternativos que no deben escandalizar. El decrecimiento material constituye una restitución justa frente a otros territorios expoliados y que puede acompañarse con un mayor desarrollo intelectual. Frente a representarnos como consumidores deberíamos imaginarnos entretenidos buscando un mayor enriquecimiento cultural y logrando un mejor acceso a la información relevante.
Como escribiría el economista heterodoxo
Georgescu-Roegen en La ley de la entropía y el proceso económico, el crecimiento económico y demográfico mundial no solamente debe ser estabilizado, sino invertido si la humanidad desea salvaguardar la habitabilidad de la biosfera.
En este momento, hay que empezar la inmensa tarea de la rehabilitación global de este paisaje urbanizado que nos ha tocado vivir. Hay que plantearse este quehacer desde la definición de utopías concretas. Debemos batallar por la mejora de unos territorios en los que se inscriban ciudades más agradables y bonitas. Aunque ello implique la demolición de muchas barbaridades realizadas, legal o ilegalmente, y cerrar el grifo definitivamente a la picaresca y al individualismo insolidario en el manejo del territorio.

El reloj de flores del Parque García Sanabria. Un espacio emblemático de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife

Frente a esta situación heredada hay que recuperar urgentemente el pensamiento de César Manrique, volviendo a recuperar sus textos. Es reconfortante y a la vez desolador releer sus palabras de hace ya veinte años:

Alcanzar la meta de la utopía es conseguir lo imposible.

El pueblo de Lanzarote ha conseguido por primera vez en su historia un sentido estético general a través de sus ejemplares obras realizadas. Así se ha llegado, por ese entendimiento antropológico de una visión general, a la aceptación plena del cuidado de la belleza, de su arquitectura y de sus espacios.
Lo verdaderamente dramático es que después de los esfuerzos y trabajos realizados con un desbordante entusiasmo de amor y entendimiento de la enorme belleza escondida de nuestra vulcanología, surjan ahora una serie de personajes con el solo propósito de explotar ese prestigio conseguido por nuestro pueblo sin importarles en absoluto la ruina de la isla, exterminado en el más mínimo tiempo, el legado de centenares de milenios de evolución vulcanológica y geológica.
Siempre estamos oyendo disculpas, inconvenientes, aprobaciones anteriores, leyes caducas y un sinfín aparente de excusas. Creo que el caso no puede ser más evidente, descarado y elemental para darse cuenta que ha llegado el momento de PARAR.

Jardín de Cactus de Guatiza, Lanzarote. Paisajista, César Manrique

3 comments to LANZAROTE, UN PAISAJE EN PELIGRO

  • Federico: es una pena que problemas de salud me hayan impedido estar en ese taller. Me hubiera gustado. Pero otra vez será. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices en el artículo. Es más, como expuse en una de las entradas de mi blog sobre el decrecimiento, la crisis está obligando a parar. Para muchos les parecerá un desastre lo que está sucediendo en el mundo de la economía, pero este tipo de desastres son los que obligan (a veces) a variar el rumbo de la nave. Y algunos creemos firmemente en la necesidad de variar este rumbo.

  • Xavier Adsuara

    Por supuesto que el crecimiento del PIB no debería ser un dogma; sin embargo, lo cierto es que todo el sistema está basado en esa tesis de manera que el parón (y no digamos el decrecimiento) tienen los mismos efectos que cuando vas en bici. Habría que cambiar la bici, claro; lo malo es que quienes controlan el chiringuito no están por la labor y, además, cualquier cambio de ese tipo (mera insinuación) genera tremendos sufrimientos a amplísimo número de personas.

    En otro orden de cosas, estando plenamente de acuerdo en la valoración cualitativa, permíteme poner en duda las suposiciones cuantitativas que haces, especialmente cuando se aplican a escala micro, como es el caso de cualquiera de estas islas. Como sabes tan bien como yo, no hay ningún intento serio de medir la cuantía de la dilapidación a que te refieres. Y la importancia del tema lo requeriría.

  • La crisis puede ayudar a entrar en un período de “catarsis”, acabar con las malas prácticas y sacar a la luz todas las actuaciones fraudulentas (como se está viendo estos días en Lanzarote).
    Excelente artículo que he descubierto con cierto retraso…

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