LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA

Como se enriquecieron los países ricos…y porque los países pobres siguen siendo pobres.
Por Erik S. Reinert
Editorial Crítica. Barcelona 2007

A partir de los años 70 del siglo XX, los adalides de la economía ortodoxa, algunos la adjetivan como neoclásica, han extendido el dogma del libre comercio como el bálsamo que solucionaría los problemas y desigualdades de este mundo globalizado. Por el contrario, el librecambismo es otro mito que ha contribuido a exacerbar las injusticias y la pobreza de este mundo bajo el manto ideológico de unas tesis equivocadas.

El autor presenta, desde una heterodoxia basada en su experiencia como consultor para el desarrollo en el Tercer Mundo y a partir de la recuperación de autores históricos ignorados por la ciencia económica, una visión alternativa sobre las razones que mueven el intercambio económico desigual entre los países, aquél que está en la base de una exacerbación creciente de la miseria de una parte muy importante de la humanidad. Sus argumentos para combatir la creciente desigualdad económica internacional los agrupa en lo que denomina como el Otro Canon, y han sido recuperados en gran medida de autores actualmente desconocidos como Antonio Serra, Philipp von Hörnigk y Friedrich Lizst.
Para levantar este nuevo cuerpo teórico, Reinert procede primero al desmontaje de lo que presenta como el gran engaño de la economía del desarrollo que se concretó en el llamado Consenso de Washington, auspiciado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, cuya apoyatura ideológica partiría del texto de Adam Smith, La riqueza de las naciones de 1776 y de las ideas de David Ricardo. A continuación presenta las ideas alternativas de economistas heterodoxos para finalizar definiendo las condiciones para un desarrollo equilibrado de los países más pobres.
El concepto fundamental que soporta la actual estrategia de dominación neocolonial de las regiones pobres es la imposición de la libertad de comercio como mecanismo natural para el reequilibrio de las rentas y la nivelación de los precios. Sin embargo, y de acuerdo a los datos presentados ocurre esencialmente lo contrario. Históricamente, los países que se opusieron el intercambio incontrolado de mercancías en los momentos clave de su desarrollo son aquellos que, posteriormente, se han convertido en las economías de más éxito del planeta. Sorprendentemente, es el caso de Inglaterra o Estados Unidos que en una fase inicial de su desarrollo industrial se cerraron mediante tasas y aranceles a los productos provenientes de otros lugares mientras estimulaban con incentivos a sus incipientes y poco competitivos tejidos industriales.

Trabajadoras en un fábrica china de productos electrónicos. El País 19/05/2005

La creencia en que la libertad de mercado, apoyada por la teoría neoclásica estándar, daría lugar a una armonía general en la que el intercambio sin impedimentos de bienes produciría a la larga un reparto equitativo de la riqueza y que la globalización que lleva aparejada beneficiaría por igual a todos, es un argumento que va acumulando detractores y que se ha demostrado con el paso de los años extraordinariamente inconsecuente con la realidad. Hay está la deriva de África durante los últimos 25 años para demostrarlo contundentemente.
Lo cierto es que durante el primer período de globalización (entre 1840 y hasta el estallido de la primera guerra mundial) los países ricos se especializaron cada vez más en la exportación de productos manufacturados mientras que la periferia colonial permanecía tecnológicamente subdesarrollada, enviando materias primas hacia las metrópolis. Sin embargo, los intentos de Inglaterra por permanecer como el único país industrializado de Europa, apoyada ideológicamente por los profetas del libre comercio, fueron radicalmente ignorados por el conjunto de países continentales y las colonias anglófonas recién liberadas de ultramar, Estados Unidos, Canadá y Australia. Estos países siguieron la misma política de desarrollo que había llevado a cabo Inglaterra desde el siglo XV, alentar la industrialización propia y desincentivar la importación de productos extranjeros con una protección arancelaria relativamente alta.
Aquí aparece uno de los conceptos básicos alternativos para conseguir un desarrollo de los países. Frente a la aplicación de un comercio sin restricciones hay que comprender lo que realmente hicieron aquellos que se enriquecieron y emularlo. No se trata tanto de hacer lo que los ricos te dicen que es conveniente hacer como observar lo que realmente hicieron e imitarlo para lograr un resultado mejor. La observación para elegir regiones concretas como referencia y la emulación de sus estrategias serían las herramientas básicas para el desarrollo que han demostradfo su éxito a lo largo de la historia.
Hoy en día nos hallamos en una etapa en la que se ha impuesto una nueva globalización basada en los mismos postulados equivocados que se defendieron hace dos siglos: la visión de un mundo que tendería al equilibrio en una división natural del trabajo, algunos países exportan productos agrícolas y materias primas mientras importan abiertamente manufacturas y servicios avanzados. Con ello se ha recuperado una organización internacional muy parecida al funcionamiento de las colonias del siglo XIX pero de una manera más sutil con instituciones locales entregadas a la repetición de los errores del pasado.
El neocolonialismo actual se basaría en la incentivación de la especialización de las regiones pobres en actividades económicas con rendimientos decrecientes que serían aquellas intensivas en trabajo poco especializado como la exportación de materias primas y productos agrícolas masivos como el algodón. Según ello, los países subdesarrollados se especializan en las ventajas comparativas que proporciona la naturaleza mientras que las regiones avanzadas se centran en la estimulación de ventajas creadas por el hombre.
El autor señala la diferencia de los pobres respecto a los países avanzados que se han especializado en la búsqueda sistemática de las actividades que concentran rendimientos económicos crecientes. Para conseguir estos rendimientos, la alternativa estaría en la creación de nuevos productos innovadores que permitieran consiguientemente una industrialización específica. El texto hace una distinción significativa de la innovación posible entre productos y procesos. En el primer caso, la aparición de nuevos productos innovadores permitiría la extensión de la riqueza como consecuencia de la existencia de una competencia e información imperfecta generada por los nuevos conocimientos, la aparición de grandes barreras a la entrada de nuevos competidores y enormes beneficios mientras que la innovación en procesos conduciría por el contrario hacia un empobrecimiento paulatino derivado de la mejor información comparativa y el aumento de la competencia. Esto último es algo que en estos momentos está ocurriendo claramente en las industrias turísticas y del transporte donde la aparición de las tecnologías de la información aumenta la competencia de precios y ejerce una presión a la baja sobre los márgenes de beneficio.

Mina de oro de Serra Pelada, Brasil. Sebastiäo Salgado

De acuerdo e ello, el énfasis en la educación sería una condición necesaria pero no bastaría para extender la riqueza al Tercer Mundo ya que sin un proceso de diversificación y extensión de la industrialización, la inexistencia de puestos de trabajo acordes a la formación generada lo único que incentiva es la emigración. Sería necesario proporcionar empleo a la gente cualificada mediante la diversificación de la actividad económica.
Desde la perspectiva del Otro Canon que propugna Reinert, la riqueza de una nación depende de lo que esta produce y de acuerdo a ello, el libre comercio entre naciones con un nivel de desarrollo similar beneficia a ambas partes. Cuando este libre comercio es asimétrico conduce a los países subdesarrollados a ser pobres, mientras que las regiones avanzadas incrementaran su especialización en ser cada vez más ricas.
Según la tesis del autor, el desarrollo de las regiones pobres necesitaría inicialmente de una nueva autarquía que permitiera la aparición de una diversificación productiva y la introducción de actividades industriales y de servicios avanzados en condiciones forzadas de competencia imperfecta frente a las que se exportan desde el mundo desarrollado. Esta autarquía se presenta cada vez más necesaria en un momento en que el coste de los transportes en que se basa el libre comercio ha aumentado desmesuradamente como consecuencia de una escasez cada vez mayor de combustibles baratos.
Gran parte de estas ideas se expresaban ya en 1684, cuando Erick von Hörnigk diseñaba una estrategia económica en su libro Austria por encima de todo. Sus comentarios, que aparecen en el libro, son sumamente elocuentes sobre el quehacer necesario, algo sobre lo que reflexionar en las circunstancias actuales de muchos lugares:

Primero, inspeccionar el territorio del país con el mayor cuidado, sin omitir las posibilidades agrícolas de la menor proporción de terreno
Segundo, todos los productos que se den en un país y que no puedan utilizarse en su estado natural, deben elaborarse en el propio lugar, ya que el pago por su manufactura excede en general al valor de la materia prima en dos, tres, diez, veinte o incluso cien veces.
Tercero, para satisfacer las dos reglas anteriores se necesitará gente, tanto para producir y cultivar las materias primas como para su elaboración. Así pues se debe de prestar atención a la población, que debería ser tan grande como el país pueda mantener.
Cuarto, el oro y la plata existentes en el país, ya sean de sus propias minas u obtenidos de otros países mediante la industria, no deben de salir de él en ninguna circunstancia a menos que no haya otro remedio.
Quinto, los habitantes del país deben hacer todo cuanto esté en su mano para mantenerse con sus propios productos, limitando a ellos el lujo y evitar en lo posible la importación de productos extranjeros.
Sexto, en caso de que las compras mencionadas fueran indispensables, en la medida de lo posible se deben obtener de primera mano a cambio de otras mercancías propias.
Séptimo, tales artículos extranjeros deben importarse como productos no elaborados y darles su forma acabada en el país, en el que permanecerán así los salarios correspondientes a la manufactura.
Octavo, se deben buscar sin descanso oportunidades para vender los bienes superfluos del país al extranjero en forma manufacturada y a ese fin, el consumo se debe de buscar hasta en los lugares más lejanos de la tierra.
Noveno, excepto por consideraciones de fuerza mayor no se debe permitir en ninguna circunstancia la importación de artículos de los que exista una oferta suficiente de calidad aceptable en el propio país y en esa materia no se debe de mostrar ninguna simpatía o compasión hacia los extranjeros ya sean amigos, parientes, aliados o enemigos, ya que toda amistad cesa cuando supone mi propia ruina.

2 comments to LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA

  • si un gobierno implementara esas medidas, lo acusarían de proteccionista, los medios de comunicación lo acusarían de populista o incluso dictatorial…
    Los inversionistas extranjeros bloquearían sus inversiones, los bancos extranjeros vaciarían sus arcas, hundirían al país en una crisis… salvo que tuvieras petróleo, como en el caso de Venezuela… verifica tu opinión sobre Chavez, a ver si no has comprado ya todo el pack anti-proteccionista que venden por TV.
    Acusan a los estados que regulan su mercado de “restringir las libertades”…

  • Disiento radicalmente de tu defensa de la autarquía, y más de una autarquía basada en los estados nacionales (que, para mí, es uno de los componentes de la desigualdad). Lo cual no implica que crea en el mercado como panacea, ni me haya sacado el carné del clun neoclásico-neoliberal. Pero, defender mis divergencias me llevaría mucho esfuerzo, y es tarde.

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