MODERNIDAD LÍQUIDA

Zygmunt Bauman
Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2006.
Polity Press y Blackwell Publishers, 2000

En las sociedades contemporáneas, los individuos han cambiado radicalmente sus objetivos vitales, concentrándose paulatinamente en una creciente introspección que salvaguarde la libertad personal y, en contrapartida, rehuyendo progresivamente de las responsabilidades colectivas. Este libro hace una certera disección de los ámbitos hacia los que han derivado las relaciones humanas en los países desarrollados, exponiendo de una manera amena ejemplos y metáforas sobre las cuestiones centrales que conforman actualmente la trayectoria en común de nuestros vecinos.

Sociólogos como Ulrich Beck, Pierre Bourdieu, Richard Sennett o Zygmunt Bauman llevan varias décadas haciendo un trabajo impresionante para entender y desentrañar los sutiles cambios que ha ido experimentando la sociedad contemporánea. Sus ímprobos esfuerzos nos permiten orientarnos un poco mejor en un mundo envuelto en fuegos de artificio y variadas estrategias que tratan de impedirnos entender cuales son las claves que pautan nuestras vidas.
La triada de la Revolución Francesa que se ha citado hasta la saciedad, Libertad, Igualdad y Fraternidad ha ido siendo sustituida subrepticiamente por otra más acorde con los intereses colectivos de la época de la Modernidad Líquida a la que hace referencia el autor. Los lemas sustitutos que hoy importarían serían los de Libertad, Diversidad y Seguridad, habiendo quedado en olvido la igualdad y la fraternidad por incompatibles con los objetivos ocultos del capitalismo avanzado.
Mi colega bloguero y maestro de urbanistas, José Fariña, ha realizado también una incisiva reseña sobre este libro de Baumann, centrándose en los aspectos espaciales que contiene y que recomiendo. En ella se hacen referencias a los espacios émicos y fágicos, que se expanden cada vez más como los sitios característicos de nuestra época. El propio autor los disecciona desde una perspectiva fisiológica como aquellos lugares cuya estrategia de relación con sus usuarios consiste en el vómito o expulsión en un caso y la ingestión en el segundo caso.

Centro Comercial Aqua, Valencia. Nacho85, Flickr

Este tipo de lugares negocian de una manera nueva la posibilidad, considerada desagradable, de encontrarse con extraños en ámbitos públicos. Una característica de la vida en las ciudades que se busca rehuir cada vez más. La construcción de paisajes émicos es una tarea que encandila de una manera creciente a los arquitectos como recintos donde es posible llevar a cabo los ideales estéticos de la modernidad.
Un espacio émico sería aquel lugar urbano central que se atraviesa rápidamente y que no invitaría a la permanencia o a una relación civilizada con nuestros semejantes. El escritor austriaco Peter Handke, en su libro Cuando desear todavía era útil, hizo una descripción muy acertada de este tipo de territorios al narrar su visita en 1970 al centro de negocios parisino de la Defense y que no me resisto en recuperar. Dice Handke,

Hace unos meses estuve en La Defense, un barrio de bloques de viviendas y oficinas situado en la zona occidental de Paris. Sí, pensé, ¡eso es! Era como la Tierra Prometida, pero no en el sentido del paraíso, sino en que por fin se revelaba tal cual el estado del mundo, sin encubrimientos ni tergiversaciones. Desde una gigantesca estación de metro se accede mediante múltiples escaleras mecánicas, a una explanada de piedra alrededor de la cual se alzan desordenadamente enormes edificios, muchos de ellos todavía en construcción. Durante una hora permanecí allí, de pie, sin moverme apenas. En algún lugar de la explanada había un chiringuito encarnado de patatas fritas. Cada cuarto de hora terminaba la jornada laboral en uno u otro bloque de oficinas y la gente se dirigía desde cualquier lado hacia las escaleras mecánicas, caminando a paso acelerado por la superficie de piedra. Pero todos iban uno detrás de otro, siguiendo una línea imaginaria, en fila india. Parecían seguir un camino que yo no llegaba a distinguir. Continuamente iban acercándose esos trenes humanos provenientes de diversas direcciones y desaparecían por la escalera mecánica como en una película de dibujos animados. Al sentir frío, caminé por la explanada y llegue hasta una pequeña tapia: ¡detrás, crecía hierba! Miré con atención y me percaté que se trataba de pequeños parterres de plantas, todas ellas con un cartelito enganchado, en el que figuraba su nombre científico. En aquel lugar al borde del pavimento habían reunido todas las clases de plantas de Europa y de África expuestas de cara a los bloques para ser vistas…Me dirigí hacia los edificios. Desde los pasos elevados de peatones, donde me detuve miré hacia abajo; de vez en cuando, pasaba una madre empujando por el barro su cochecito de bebé junto a la acera. Una vivienda de muestra con el poético nombre de “Eva” se erguía entre las escorias para ser visitada; un metro cuadrado 2.800 francos. Algunas casas estaban habitadas, tenían grandes patios interiores. Por los pasadizos silbaba el viento. En un patio interior también vi una plazoleta para que jugaran los niños: no había más que un cajón de arena de veinte metros por veinte. Dos niños dormitaban dentro de él. Había un supermercado que se llamaba “Quick Food”. De un kiosco de bocadillos y similares colgaba triste, con letra francesa antigua, un letrero con la palabra “Brasserie”. En una oficina bancaria, en la que entré, el empleado tuvo que carraspear antes de atenderme, pues hacia mucho que no entraba un cliente. Durante largo rato estuve mirando hacia arriba examinando aquellos bloques. Casi en todos ellos estaban corridas las ventanas. La mayor parte de las ventanas de las cocinas estaban taponadas por las cajas de aire acondicionado colocadas encima de las neveras. A lo mejor, hoy es un día inapacible pensé, pero de momento no podía imaginarme uno apacible. Al cabo de un tiempo, me sorprendí pensando: a lo mejor no es tan malo, quizás uno se acostumbre a eso…
Este fue el pensamiento que más me asustó.
La Defense debería ser una zona prohibida, porque allí quedan al descubierto, de forma descarada, los secretos tecnocráticos. Le correspondería alambradas alrededor y carteles de “prohibido fotografiar”. Pero los inhumanos responsables ya se hallan excesivamente seguros en sus entornos humanamente dignos. Con cachondeo dejan que sus nombres brillen en plafones al abrigo de los bloques: Banco de Winterthur, Chase Maniatan Bank, Siemens, Esso…
Se dice que los arquitectos y los urbanistas deberían distanciarse de sus propios proyectos.
¿Pero que es eso, un arquitecto
?

La Defense by night. Dan Trotter net, Flickr

La desolada descripción de Handke de un espacio émico paradigmático llevaría a pensar en la desorientación social vigente en nuestros días que promociona lugares inhabitables en aras de un negocio inmobiliario descarnado con la complacencia de técnicos y políticos.
Un ejemplo de espacio fágico sería un centro comercial contemporáneo que ofrece según Baumann, una condición que ningún otro lugar convencional puede entregar, un equilibrio casi perfecto entre libertad y seguridad. En el centro comercial se daría una alternativa ficticia a la idea de comunidad sin renunciar al ideal de la libertad perfecta y sin que se requiera confrontación o debate con los otros. El espacio fágico no requeriría según él, negociación ni acuerdo en las relaciones con los demás.
Pero un aspecto significativo del texto es la reflexión sobre la transformación sufrida en los aspectos ideológicos y en la comprensión del mundo. Muy importante me parece la transición entre lo que denomina modernidades sólida y líquida. En la primera, el territorio tenía una importancia decisiva como lugar para la localización de las herramientas y actividades para ganar dinero mientras que en la modernidad líquida habría dejado de tener una importancia significativa. El capitalista líquido como su denominación indica no tendría raíces y su capital siempre está disponible instantáneamente para invertir allí donde se produzcan las oportunidades convenientes. En este sentido, el capital se habría vuelto totalmente líquido e inaprensible.
Por ello, la conquista del espacio, un hecho que ha pautado el desarrollo de las sociedades a lo largo de la historia, habría dejado de tener interés en la era de la modernidad líquida. Según Baumann, el territorio habría sido una de las mayores preocupaciones humanas hasta un pasado reciente y su control una potente obsesión del poder que hoy habría perdido sentido para los detentadores de la verdadera riqueza. A este respecto se señala que:

En su etapa pesada, el capital estaba tan fijado a un lugar como los trabajadores que contrataba. En la actualidad, el capital viaja liviano, con equipaje de mano, un simple portafolio, un teléfono móvil y un ordenador portátil con conexión a Internet. Puede hacer escala en cualquier parte, y en ninguna se demora más tiempo que el necesario. El trabajo, por otro lado, sigue inmovilizado como en el pasado…pero el lugar al que antes estaba fijado ha perdido solidez; buscando en vano un fondo firme, las anclas caen todo el tiempo sobre la arena que no las retiene. Algunos de los residentes del mundo no cesan de moverse; para el resto, es el mundo el que no se queda quieto.

En consecuencia, la capacidad económica y financiera que rige el mundo se ha convertido en nómada. El autentico poder que rige nuestros destinos circularía sin una atadura efectiva a un lugar concreto. El nómada es el ideal al que aspiran aquellos contemporáneos que quieren controlar el mundo en su propio beneficio. Por ello, el juego de la dominación ya no se disputa entre los más grandes y los más pequeños sino entre los más rápidos y los más lentos. A partir de ahí, el poder de las élites locales habría quedado reducido al rol de guardianes de la ley y el orden impuesto desde afuera.

Hoy en día, es muy difícil encontrar un responsable de los desaguisados que se sufren. Antes había una confianza en aquellos que se habían instituido como destinatarios para liderar el mundo y que hoy solo son máscaras de un poder que busca ocultarse conscientemente. Como dice Baumann, los pasajeros del avión del “capitalismo liviano” descubren con horror que la cabina del piloto está vacía y que no hay manera de extraer de la misteriosa caja negra rotulada “piloto automático” ninguna información acerca del destino del avión, del lugar donde aterrizará, de la persona que elegirá el aeropuerto y de si existen reglas que los pasajeros puedan cumplir para contribuir a la seguridad del aterrizaje.

De acuerdo a ello, y ante la invisibilidad del poder real la alternativa que se desarrolla en un universo de objetivos inciertos, es la que correspondería al fortalecimiento de la autoridad entendida como la transferencia del poder popular hacia aquellos que quedan definidos por su mayor número de seguidores. Terrible perspectiva en una situación plagada de vocacionales caudillos emergentes.

Nómada del capitalismo liviano

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