UN JARDÍN CANARIO

Vista desde el margen de la autopista TF-5 que comunica la vertiente Norte de la isla de Tenerife
Hace unos quince años, alguien decidió hacer un pequeño jardín junto a una de esas autopistas que forman parte integrante de nuestra cotidianeidad. Ese espacio se incluía como una de las piezas de un pacto urbanístico para la recalificación de unos terrenos rústicos con destino a la construcción de un área industrial, cuya principal factoría era una planta embotelladora de una bebida refrescante de marca hiperconocida.

<--- El promotor encargó el diseñó del jardín a unos entusiastas naturalistas que decidieron recrear una pequeña porción del bosque primitivo preexistente en la zona. El denominado Monteverde o Laurisilva, un relicto de la Era Terciaria que permanece en las islas Canarias y que desapareció de la plataforma continental europea hace ya unos cuantos miles de años. En una pequeña porción de terreno, que no supera los tres mil metros cuadrados, con una magnífica calidad del suelo, se plantó con esmero una muestra de plantas características de la laurisilva de la región atlántica de la Macaronesia. Una mezcla aleatoria de árboles, arbustos y otras matas que en sus inicios no eran sino pequeños palos frágiles perdidos en una plataforma vacía.
El proyecto contenía especies vegetales tales como Loros, Barbusanos, Adernos y Tiles, que nos son familiares a los isleños pero extraños y desconocidos fuera de estas islas porque son endemismos exclusivos. Hoy este peculiar jardín canario ha explotado con toda sus salvaje energía selvática. Los árboles han crecido y el terreno ha sido ocupado masivamente en una demostración del horror al vacío de lo biológico. Una representación de la ordinaria lucha de las especies vegetales por controlar el espacio.
Esta pequeña muestra boscosa, producto del esfuerzo intelectual, se encuentra retenida tras una débil valla a la espera de una recuperación inmediata del territorio circundante, a la menor muestra de desfallecimiento humano. La imagen que muestra este espacio rodeado de contenedores y carreteras pobladas de fantasmales vehículos, es una representación otra, frente al espacio mitificado de la situación contemporánea de este archipiélago en el borde de África. Ante la presentación romántica e idílica de Canarias como un paraíso volcánico circundado de playas bañadas por el sol, existe otra realidad amenazada de un territorio masacrado por un consumo implacable del suelo y de la circulación constante de mercancías. Este jardín canario es una metáfora, para el que lo quiera ver así de una, de una sociedad frágil a punto de sucumbir por una mala administración de los recursos geográficos heredados.
El mismo lugar en una tarde soleada y con la congestión habitual de tráfico en la autopista
Un paisaje en el que la recuperación del espacio por lo natural es una posibilidad siempre presente. —>

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