UN NUEVO ANIVERSARIO

Pareja de tajinastes blancos, especie endémica de las islas Canarias, que han florecido este año en mi jardín
En estos días se cumplen dos años desde que empecé a publicar mis textos en esta plataforma de multitudes que es Internet. De repente ha pasado otro año y es que el tiempo para la gente de mi edad se encoge enormemente y se hace cada vez más escaso.

Durante este último año, he procurado presentarles a ustedes una reflexión personal cada semana sobre las cosas que me entretienen y me preocupan. Fundamentalmente, urbanismo, arquitectura, diseño paisajístico, etc. En la práctica forman parte de las ocupaciones a las que he dedicado bastantes años de mi vida. También he comentado noticias de actualidad, e incluso he hecho algunas piezas jocosas. Todo ello siempre teñido por el acento de esta actividad profesional caleidoscópica que realizo.

<---Con el paso de las semanas y los meses me he ido decantando cada vez más hacia la arquitectura y la ordenación de las ciudades, todo ello visto desde una perspectiva insular. Ello ha quedado ya reflejado en el volumen de artículos publicados donde los que se refieren a estos temas son ya una mayoría destacable.
Me preocupa la creciente espectacularización de la arquitectura y el empleo indiscriminado de técnicas de mercadotecnia para imponer visiones reaccionarias y personajes deleznables que no contribuyen a una mejor aplicación social de esta disciplina. La colonización por las grandes firmas mundiales y sus estrategias de marca ha ido imponiendo unas obras cada vez más absurdas y teñidas por el despilfarro como canon de la arquitectura en los países avanzados.
La pulsión social y artística de la arquitectura, su carácter como una de las bellas artes, ha sido tergiversada en aras de una creciente estetización de la realidad, una deriva emparentada con la publicidad y la propaganda política. El problema que supone la implacable transformación espectacular de la arquitectura se ha incorporado a mis reflexiones en algunos textos. Ese fue el caso de aquel artículo titulado La arquitectura ¿una especialidad del marketing?, que hizo enfadar a alguno o aquel otro sobre Los arquitectos como marcas de consumo, que tuvo una gran audiencia en su momento.

He querido presentar críticamente algunas obras de arquitectura, realizadas en mi ciudad o que he visto en algún lugar. Y en ello me he guiado siempre por una máxima que creo fundamental que consiste en conocer personalmente esos edificios o lugares que definen y enmarcan la arquitectura. Para realizar una valoración arquitectónica me parece básico vivir el lugar, recorrer los espacios y sentir como se usan.
Es lo que hice en el caso de dos trabajos terminados en Tenerife del equipo suizo Herzog y deMeuron, la reforma de plaza de España y el centro cultural Tenerife Espacio de las Artes que han contribuido (con sus aciertos y sus fallos) a mejorar enormemente la calidad del equipamiento colectivo de mi ciudad.
Así mismo, me parece apasionante conocer cuales son las actuaciones más innovadoras en esa tarea hercúlea que consiste en la orientación de la transformación de las ciudades, el urbanismo y la planificación territorial. Ahí ha sido un gran aporte para mí, el seguimiento de lo que se hace en sitios como Estados Unidos, Holanda o, incluso, lo que ocurre en algunas ciudades españolas como Zaragoza, Barcelona o Madrid, unos referentes claros para todos los que vivimos en este pais.

Desde mi ignorancia y atrevimiento, he ido glosando también algunas publicaciones sobre economía e, incluso, sobre política. Es el caso de mis comentarios sobre libros que he leído y en cuyo espejo me veo como alguien al que han convencido de la necesidad de recuperar posiciones un poco más autárquicas y éticas. Entre ellos, destacaría La globalización de la pobreza de Eric Reinert, El desgobierno de lo público de Alejandro Nieto y El crack de 2010 de Santiago Niño.

De acuerdo a los que se expresa en esos textos, vivimos en un contexto de injusticias globales, de las que somos partícipes y responsables también; junto a una creciente corrupción y rapiña de los bienes colectivos, ejercida por minorías a las que es cada vez más difícil identificar y desenmascarar. A ello se añade un problema prácticamente irresoluble que consiste en el descontrol colectivo de un sistema económico cada vez más complejo y opaco. Creo entender que en un espacio finito como el que representa ya el planeta, el consumo indiscriminado de recursos nos conduce hacia una catástrofe o, más probablemente, a una nueva extinción como aquella de la que nos hablan los especialistas en las eras arcaicas.
Últimamente, he incorporado algunas notas autobiográficas en las que he rememorado pasajes de mi vida relacionados con mi formación. La escritura de estos episodios ha sido un ejercicio muy gratificante; aunque a veces, la memoria hace que todo se tiña con un halo entre melancólico y mitificado. Al fin y al cabo, escribir es relatar: construir una suerte de ficción personal sobre los famosos hechos objetivos. A este respecto, he hecho dos incursiones sobre mis recuerdos que han tenido una acogida dispar: una sobre las primeras lecturas que tuve relacionadas con la arquitectura y otra sobre un viaje al centro de Europa que realicé para ver varios edificios de Le Corbusier. Curiosamente, la primera despertó un alto interés, mientras la segunda, ha pasado sin dejar casi rastro estadístico.
Todo esto realmente es un esfuerzo egoísta porque disfruto enormemente con ello. En cierta manera, me alegra haber tenido este arranque de disciplina que me obliga a escribir una vez a la semana, ya que me ha permitido a lo largo de este lapso ir desgranado y organizando ideas y argumentos sobre las que he ido reflexionado durante un tiempo ya largo.
Lo realmente valioso para mí, es que el número de lectores de este semanario de arquitectura continúa incrementándose paulatinamente. Así, según esa maravilla de las estadísticas gratuitas que se ofrecen en la red (gracias, statcounter.com), en 2007 accedieron a esta página alrededor de 3.000 personas, en 2008 aumentaron a 30.000 y en lo que va de 2009, 24.000. Una audiencia sorprendente, que ha accedido ya a más de 85.000 páginas. Como último dato, el número de entradas a este sitio de la red ha alcanzado las 10.000, en este último mes de mayo, en una progresión ascendente que empezó con 300 en el verano de 2007 y sigue creciendo con regularidad. .
En un principio, el grupo de lectores que accedían a este espacio estaba probablemente muy relacionado personalmente conmigo. Con el paso de los meses, han ido llegando un mayor número de personas y percibo que el grueso de los que me leen ya no solo no son de las islas Canarias, sino que ni siquiera son españoles. Una gran parte de los que se conectan aquí son latinoamericanos, de Argentina, Colombia, Mexico, Chile, Perú, etc.
Es significativo que los hispanos de Estados Unidos apenas entran en esta página, constituyendo un universo poblacional relativamente importante. Me supongo que aquel que vive en América del Norte considera como un hecho cultural incontrovertible que las referencias informativas e intelectuales provienen solo y necesariamente de lo escrito y publicado en inglés.
Poco a poco he intentado ir mejorando la presentación y prestaciones de este espacio. Y es una cuestión curiosa el servicio que suponen esos artilugios que se ofrecen gratuitamente para ello en la red, los denominados widgets. La inserción de un ingenio de estos, orientado a generar una valoración del interés de lo publicado mediante la puntuación de cada artículo con estrellas, constituye una anécdota al respecto. Lo instalé con el objetivo de conocer cuales eran los temas que interesaban, pero sorprendentemente al cabo del tiempo fue colonizándose progresivamente por una publicidad intrusiva que yo no quería. Finalmente, tuve que desinstalarlo.
Porque una cosa que me parece fundamental de Internet es que el contenido que una gran mayoría aporta a través de esta red global se oferta gratuitamente, por amor al conocimiento y a la divulgación de las ideas. Y para los que lo hacemos, nos parece detestable que alguien pretenda rentabilizar el esfuerzo realizado por la multitud, un material al que los profesionales y expertos tildan de ignaro. Pero desgraciadamente, la mutación en curso es de tal calibre que mejor sería que intentáramos entender lo que ocurre y participar. Es muy probable que a partir de ahora conceptos como trabajo y remuneración tengan que reenfocarse de una manera distinta a la que estábamos acostumbrados.
Es algo que ha expresado de una manera clarividente Clay Shirky en un libro fantástico, Here comes everybody en el que se reflexiona extensamente de qué va toda esta transformación en curso. Sí, porque aquí venimos todos, nosotros aficionados a muchísimas cosas; que hacemos las cosas porque nos apetece. Como en Wikipedia, esa magnífica enciclopedia gratuita que ya ha desbancado categóricamente a la Encyclopedia Britannica y tantos otros servicios gratuitos extraordinarios.
Y según Shirky, la razón para todo esto es que a la gente le gusta consumir información, desde luego, pero también producirla (“mira lo que he hecho”) y le gusta compartirlo (“mira lo que he encontrado”) Y lo que ocurre en este momento es que ahora disponemos de medios que permiten ambas cosas, hacer y compartir, al igual que consumir. Así que aquellas capacidades que habían permanecido secuestradas están reapareciendo y son ofrecidas mayoritariamente de una manera gratuita. Quizás sea un poco iluso, pero eso es lo que mueve a mucha gente en estos momentos. Frente a un mercantilismo parasitario de los derechos exclusivos de copia, esta apertura global de la información y los contenidos está significando que aquellos que están perdiendo su monopolio remunerativo, estén asustados. Debido, entre otros, a Creative commons, otra maravilla que permite compartir creaciones sin que ello signifique necesariamente pagar derechos de autor al que las disfruta.

Muchas gracias por seguir accediendo aquí y compartiendo conmigo estos temas e intereses que tanto me alegran la vida. Intentaré seguir aportándoles otra temporada más descubrimientos y reflexiones sobre ellos. —>

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